jueves. 25.04.2024

Javier A. Salvador, teleprensa.com

Tomes las vacaciones en junio o agosto o sencillamente no las tomes, sabes que desde más o menos el 15 de julio España entra en un proceso de siesta que dura cuarenta y cinco días. Funciona sólo lo justo, incluso un poco menos de lo que sería deseable o normal, pero es una situación impresa en el ADN de país. No obstante, es cierto que algo está cambiando, y ese algo es vírico, afecta en todas partes y su caldo de cultivo ideal es la prepotencia o si lo prefieren, esa altivez que desarrolla un determinado grupo de población, esos que viven de la política pero que no son políticos de valor aunque tengan cargo y se enriquezcan con ello.

Hacía mucho tiempo que en todas partes no se hablaba de lo mismo, del cambio, de la necesidad de un paso atrás y vuelta a empezar, casi como ha hecho la economía provocada por esas grandes fortunas que dijeron que no querían más ricos o que, dicho de otra manera, que no iban a permitir que otros entrasen en su club siendo ellos, además, quienes les prestasen el dinero para hacerlo. Y si en la economía son unos pocos los que mandan, en los estados es el pueblo, y si el votante se sale de un modelo bipartidista como el actual porque entiende que su dinero se está utilizando para enriquecer a unos pocos y no para generarle a él esos bienes que merece, es cuando hay que entender que quitando las guillotinas, estamos a las puertas de una nueva revolución a la francesa. Un poco más moderna, silenciosa, con la información como campo de batalla y los usuarios como ejércitos y no al revés, porque no se trata de lo que se cuente sino de cómo se cuente y de quiénes y en qué rincones sean capaces de colocar la información.

Por ejemplo. No hace mucho si decías “chorizo” otro contestaba político y un tercero solía responder “no todos”. Ahora todos identifican palabra y significado sin problema alguno, y la realidad de todo esto es que hay muy pocos de esos que son horados, que los hay, que estén dando la cara para cambiar la forma de pensar de la gente y ya no sabemos si esperan el momento de dar el salto, si son cómplices o si lo único que quieren es acumular meses de cotización para luego tener mas paro.

Pero tenemos que perder el miedo. Tanto de participar en política con los nuevos partidos como si eres militante de uno tradicional y decides tomar parte en él y generar pequeñas revoluciones desde abajo porque, al fin y al cabo, son muy pocos los que están obligados a mantener un silencio paniaguado.

Y para despertar y tomar la riendas sólo hay que tener claro que la calle no pide imposibles.

Vale con que volvamos a entender que hay normas comunes para todos, seas quien seas. Una línea blanca continua o una dirección prohibida no la debes tomar seas una chica de 20 años o la sesentona mujer de un alcalde. Prohibido es prohibido, en la circulación, en la ética.. Vamos que una casa no puede ser un regalo, se compra o algo raro hay detrás.

Un alcalde tiene que ser alcalde en su ciudad, y no que además le regalen un cargo de senador para que pueda darse sus escarceos en Madrid o en Buenos Aires, y si a un concejal le pillan borracho hasta las patas después de provocar un accidente, sencillamente le retiras de la política y no lo tienes a sueldo de empresas públicas o como asesor hasta que escampe el temporal, ya sea el cobrador de untes por obra pública o el que más secretos tenga guardados de noche de copas y putas.

La calle quiere unos valores mínimos que sean reconocibles. No valen los presidentes de diputaciones provinciales que casualmente son agraciados con tantos premios de lotería que es imposible de creer y que al final tienen que ir a la cárcel. Ni los presidentes que convierten las diputaciones en sus cortijos particulares y que luego no van a la cárcel porque son demasiado viejos. No se quiere a un presidente de diputación literalmente analfabeto, incapaz de decir su nombre, pero que le vende coches a la mitad de administraciones y ayuntamientos en los que gobierna su partido. Si diriges administraciones no puedes hacer negocios con ellas. Así de claro.

Ya basta.

No se piden imposibles, sólo justicia, honradez y no creer que todo el pueblo es imbécil, porque lo crean o no Rajoy pagará por llevar a España a su mayor límite de deuda histórica, un 30% más de como la dejó Zapatero, que menudas dos patas para un banco. A ver cuál de los de los dos nos ha salido mejor. 

Y luego no se explican que modelos como Podemos encuentren seguidores. El problema lo “pueden” tener como no reacciones pueblo a pueblo y barrio a barrio, que son precisamente los lugares en los que ya trabajan desde hace semanas los otros.


Y en unos días volverás a la realidad
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