viernes. 29.03.2024

Javier Salvador, @teleprensa.es

Hay que volver a creer en la política. Tenemos que hacerlo, y con ello empezar a ver las instituciones como entidades en las que encontrar soluciones, y de paso dar la importancia que merece a cada cargo público que nos representa y cobra por ello, sea de una administración grande o pequeña, porque es la única forma de poder quitar a quienes sobran y perpetuar a los que realmente valen. El modelo que viene es muy distinto al que hemos desarrollado hasta la fecha, en el que bajo las siglas de un partido u otro hemos dejado entrar en la vida pública a todo tipo de personas y personajes, algunos que han hecho historia por sacar adelante grandes iniciativas, pero otros serán recordados por sus imágenes en los banquillos del trapicheo y la corrupción. Y lo que más a apena es que el porcentaje mayor de todos ellos pasará de largo, sin pena ni gloria.

Y es ahora, cuarenta años después de que se votase la constitución que queremos modernizar, cuando antes de nada tenemos que ser los ciudadanos los que demostremos que hemos madurado tanto como la carta magna, por lo menos hasta el punto de que los partidos entiendan que han cambiado las reglas de juego.

Las siglas de una formación política ya no son paraguas de hormigón sobre los que puede caer de todo, que los votantes no se molestan. Ahora los electores quieren personas, líderes. Francia nos trajo el primer ejemplo y Austria, hace apenas unos meses, el segundo. 

2018 nos trae un panorama electoral distinto en España, si por una vez las encuestas empiezan a decir la verdad de aquello que piensa realmente la gente de la calle. El último sondeo sobre intención de voto pone encima de la mesa una especie de empate entre PP, PSOE y Ciudadanos, una leve recuperación de Podemos y poco más, pero lejos de aclararse la situación política lo que nos dicen esos estudios de opinión es que en esta nueva España electoral las siglas no pesan, y son las personas, los candidatos, quienes toman las riendas.

Es muy posible que volvamos a ver perfiles independientes en las listas de algunos partidos, incluso la caza y captura de líderes de opinión, y hasta de los nuevos influencers, todo con tal de encontrar el enlace perdido con el electorado, empezando por los medios de comunicación que usan hoy, y que no son los que utilizaban hace 40 años.

Las bases históricas, esos que votaban a un partido aún sabiendo que el candidato local era un paquete, han llegado a su fin. Puede que por puro envejecimiento, pero lo cierto es que pasan a ser una minoría tan contrastable que dejan de ser la base fiable sobre la que medir nada. Puede que algunos entiendan que vuelve en cierto modo el populismo, pero no se trata de eso, sino de hastío hacia un modelo que ya no convence, y ello nos hace retornar al principio de los modelos políticos, a aquello de “los hombres creen gustosamente aquello que se acomoda a sus deseos”, un frase original de Cayo Julio César y que a día de hoy vemos convertida en hecho en lugares como, por ejemplo, Cataluña.


Volver a creer en política