miércoles. 24.04.2024

Usmaro Itinerante

Juan Antonio Palacios Escobar

Usmaro había recorrido el mundo en tres ocasiones, una a pie, otra en bicicleta y otra en un velero recalando en todos los continentes y en los puertos más importantes. Aquel día de la primavera de 2016, a sus 63 años había decidido dejar de vivir como un vagabundo errante. Iba a iniciar una nueva etapa de su vida, jamás había tenido un hogar ni un lugar fijo en el que vivir.

Tal vez hacia tanto tiempo, desde los 18 años en que salió de casa de sus padres que le parecía una experiencia como de otra vida. Ahora se encontraba paseando por las calles y callejones de aquel barrio de Alfama en Lisboa y a lo lejos resonaba nostálgico y melancólico un fado, algo que como el flamenco es en gran parte un sentimiento.

Aunque sabía que no servía para casi nada, tenía necesidad de llorar por las ocasiones perdidas y alegrarse por aquellas que no había tenido ocasión de vivir.  El suave encanto de la brisa del Tajo, llegaba a aquellos miradores llenos de flores y penetraban por todos los poros de su cuerpo.

Sentía una necesidad urgente de habitar una casa que fuese suya. Quería vivir al máximo y disfrutar con intensidad. Esperaba que la vida le sorprendiera más de lo que podía imaginar. Entre el esplendor de mundos nuevos y la nada rutinaria  de la cotidianidad, había adoptado una actitud optimista.

No podía perder el tiempo en objetivos superfluos que no eran los suyos. En una actitud abierta, fresca y enérgica, lo que había acariciado desde hace años soñaba que podía materializarse. Imaginaba que en su vida se iban a presentar nuevos proyectos que le llenarían y entusiasmarían hasta límites insospechados.

Había procurado huir de la soledad cibernética, de tentaciones incontrolables, de actitudes inestables, de daños incalculables y de ideas amorfas que ni nos dicen nada  ni se trasforman en realidades. Tampoco estaba dispuesto a anclarse en el futuro pasado ni en el pasado futuro, prefería un presente que comprendiera a ambos.

Itinerante, se hacía muchas preguntas y experimentaba una sensación interna de desasosiego, quizás tenía que relajarse, divertirse más y hacer paréntesis en su trabajo. Una vida tan reglada tras tantos años de increíbles experiencias y aventuras.

Sabía que podría controlar los miedos absurdos y limitantes que le hacían convertir un problema en un conflicto, e iba acostumbrándose poco a poco que el trabajo diario y la disciplina para afrontar las cosas, que incluso  tan poco  le gustaban podían ser las claves de su éxito.

No debía dejarse arrastrar por emociones negativas que solo le perjudicaban, por eso no podía buscar el remedio en aislarse ni dejarse llevar de falsos mitos y grandes mentiras. Quería opinar de manera distinta y singular sobre quienes se consideran poseedores de la única verdad.

Estaba dispuesto a sacarle el mejor partido a cada situación, para ello no era bueno convertirse en rehén de radicalidades y populismos. Se sentía pletórico, estaba en racha y subía como la espuma. Buscaba el entendimiento con los demás, sin resquemores y recelos, sospechas y maquinaciones, inquietudes y desazones.

Cuando era necesario respiraba hondo y cambiaba el chip, sembraba cariño y comprensión. Había cambiado su estilo por completo y había trazado un plan de lo más interesante que le aportaba valiosas herramientas para vivir mejor.

Usmaro Itinerante
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