jueves. 25.04.2024

Sindulfo Sereno

Juan Antonio Palacios Escobar

Sindulfo  no se agobiaba por nada. Entre incredulidades e incertidumbres se mostraba opaco pero no irreversible. En el fondo  le venía bien aquella desconexión de la realidad cotidiana. Quería seguir celebrando cada día la aventura que era la vida con tranquila plenitud.

Rellenaba, reutilizaba y reciclaba todo lo que se cruzaba en su camino, materiales, experiencias, emociones y sentimientos. Le satisfacía que se le reconociera su trabajo y le hacía aumentar la sintonía con los demás. Con su espíritu positivo hacia que siempre estuviera sucediendo algo que le sorprendía agradablemente.

Aquella lectura le había enganchado de tal manera que a pesar de su parsimonia, no descansaba ni para comer y apenas dormía un par de horas diarias. Se había introducido en su mente y le tenía atrapado y dependiente como si fuera una droga.

Sereno se encontraba en una situación de sufrido disfrute o de placer angustiado. Debía seguir adelante con su criterio, sin hacer caso de quienes solo pretendían desanimarlo y exasperarlo. Había descubierto cuales eran sus talentos ocultos. Leer con la mente abierta y estar dispuesto a conocer cosas nuevas.

Jamás era de los que se ahogaban en un vaso de agua, y sorteando cafres y salvajes aguantaba lo que le echaran. Sus preguntas ante sus dudas se movían entre el qué y el por qué. Desde un segundo a la eternidad, necesitaba estar concentrado para escribir, que era uno de sus placeres preferidos.

Siempre era partidario de sacar la manguera de agua en lugar de echar gasolina, quedarse corto en lugar de pasarse de frenada, más estímulos y reconocimientos que ofensas e  injurias,  menos prisas y más mesuras, más manos abiertas que puños cerrados.

Había descubierto que cuando hay que negociarlo todo es difícil imponer algo, tanto lo eventual como lo imprescindible y no es buen compañero de viaje, entre guerras y alianzas, ponerse nervioso o dejarse dominar por inquietudes y suspicacias.

Se quedaba perplejo con aquellos caraduras que mentían descaradamente y exigían a los demás lo que no estaban dispuestos a cumplir. Entre regates y patadas hacia delante despistaba y desconcertaba al más pintado.

Tenaz, ilustrado y ambicioso, Sindulfo Sereno, superaba todas las líneas rojas y negras, sin fanatismos ni exigencias, sin reproches ni resentimientos  inútiles. Entre ficciones y realidades, distinguía perfectamente lo que iba bien y aquello que marchaba de forma excelente.

También era consciente que sus temores infundados, solo estaban en su interior y que muchas de sus dudas eran fantasías irreales. Ni puro ni sofá, aire libre y reflexión. No podía negarse a sí mismo y afrontar el futuro con esperanza.

Había comprobado que la gente rendía menos cuando tenía  el móvil cerca, que estaba empeñado en hacer lo que le correspondía y a lo que se había comprometido aunque no tuviera excesivas expectativas. Debía seguir adelante con decisión y estaba seguro que las cosas se irían organizando para que todo saliera bien.

Sereno se había planteado si era el momento de hacer lo que no pudo hacer en su momento, y miro hacia su izquierda y vio sus ojos y sus labios y se acercó con lentitud a ella para darle un beso y decirle lo mucho que la quería.

Sindulfo Sereno
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