martes. 23.04.2024

Silencios en Cracovia

Al-Hakam Morilla Rodríguez, Liberación Andaluza

"¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas!, porque por haber callado ¡el mundo está podrido!." Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia católica.    

La petición de 'perdón' del papa Bergoglio en su visita al Complejo de exterminio de Auschwitz hay que reconocerla bien fundamentada. Por desgracia sabe a muy poco, porque oficialmente nunca se ha arrepentido de nada: jamás ha reconocido la cooperación del Vaticano con aquella monstruosidad. A la luz de datos históricos incontrovertibles la complicidad del Vaticano y la tiranía hitlerista está fundamentada de sobra. Más que simples secuaces, Pío XII y el führer, junto con su camarilla bávara (todos católicos bautizados) compartían idénticas pasiones desatadas. Papismo y nazismo detestaban al judaísmo -por entonces 'pueblo deicida'-  y al comunismo, en su batiburrillo ideológico y decidido afán fumigador denominado 'judeo-bolchevismo'.    

Los hechos se constatan con meridiana claridad, y el 'silencio' recomendado por Francisco ante los hornos crematorios de Auschwitz, ayudará a reflexionar sobre tantos 'silencios' (como el del genocidio de siglos perpetrado al Pueblo andalusí). El Partido de Centro Católico alemán, liderado por Von Pappen, permitiría con su apoyo detentar la autocracia al dictador Hitler, aupándolo al poder político supremo. Contra el Tratado de Versalles, el Estado vaticano permitió el rearme de Alemania. Desde que los nazis ocuparon el gobierno sellaron un Concordato con la sede papal del por entonces Pío XI; en nombre de Berlín pactaría como vicecanciller Von Pappen, y por la otra parte el cardenal Pacelli (después Pío XII). Por ello la iglesia silenció el boicot a los comerciantes judíos. No condenó las Leyes Raciales de Nuremberg de 1935. Desde las escuelas y colegios católicos se demonizaba a los judíos, así como en muchos Ayuntamientos de mayoría católica, los cuales indicaban a la entrada del municipio con un cartel que se hallaba 'libre de diablos judíos'. En la tristemente famosa Noche de los Cristales Rotos Roma no condenó el pogromo.

No tuvo escrúpulo en entregar a los nazis los archivos genealógicos de los católicos, para que detectasen si existían antepasados conversos a la religión de Moisés. Refrendó el colaboracionista Régimen de Vichy en 1940. El primado de Pedro se coaligó por completo con el genocida régimen nazi de los ustachis croata de Ante Pavelic. Aunque fueron conscientes del exterminio planificado, sistemático, a partir de 1942, no dictaron condenas privadas o públicas, ni amonestaron los obispos en púlpito alguno la barbarie del despotismo imperial de Berlín...    

Las acciones homicidas nos muestran su elocuencia, por ello para ayudarnos a permanecer en el 'silencio',  y la completa opacidad, los archivos del Vaticano permanecen cerrados a los investigadores de este infame periodo de la historia. Incluso cuando las fuerzas aliadas llegaron a Berchtesgaden y liberaron Auschwitz. Con el terror nazi derrotado, ante la evidencia de las montañas de cadáveres, los campos de la planificada aniquilación humana al descubierto, las cámaras de gas... siguieron apoyando al reich teutón desplomado sin condenar aquel Horror. El cardenal Bertram dispuso una solemne misa de réquien en memoria de Hitler. Es más, el Vaticano organizó para sus compinches nazis lo que no hizo por ninguna de sus numerosas víctimas perseguidas. Organizó la oficina para la búsqueda de criminales de guerra fuera de Europa. La Iglesia católica, bajo la cobertura del Estado vaticano, expidió visados con sellos para permitir la huida a los responsables de la barbarie nacional-socialista, ofreciéndoles cobijo hasta en sus monasterios. Incluyó en su aparato de poder, en su 'jerarquía', a dignatarios de la derrotada pesadilla hitlerista con objeto de exonerarlos... ¿para qué seguir por la Península Ibérica, Latinoamérica y otras partes del mundo?    

Baste recordar que, por el contrario, Pío XII sí mostró una feroz energía y determinación en condenar el marxismo en todo el mundo. Llegó a excomulgar  a los comunistas del mundo entero en 1949. Fiel a la tradición de sus predecesores Pío IX y Pío X que abominaron de los Derechos del Hombre, fruto de la Ilustración, como contrarios a la educación católica.    

Por todo ello, a pesar de la imagen supuestamente 'pagana' que nos pinta a Hitler como admirador de las antiguas tradiciones germánicas, nibelungos, valquirias y de la ópera wagneriana, en realidad sabemos por sus conversaciones privadas con Speer, y por su panfleto racista 'Mein Kampf', su opinión favorable al cristianismo. En especial por los jesuitas, de los que llegará a confesarse discípulo, afirmando que los tomará en gran medida como modelo organizativo para el nacional-socialismo. Por ello los soldados nazis llevaban inscrito en la hebilla de su cinturón el 'Gott mit uns' (Dios con nosotros), frase tomada del Deuteronomio, donde Yahvé exhorta a sus huestes a la batalla hasta la aniquilación total del adversario (Dt. 20, 4-13). Por ello el sanguinario caudillo alemán ordenó que los niños de las escuelas públicas alemanas comenzasen sus clases con una oración a Jesús. Y en presencia de Speer, Hitler instó a Goering y Goebbels a que permaneciesen siempre fieles a la Iglesia católica, como haría él mismo hasta descerrajarse un tiro en el búnker de la cancillería.     

Entre tantos ominosos silencios y complicidades inconfesables, ¿no escucháis en un susurro, desde el otro extremo del mundo, aquel bello haiku japonés capaz de atronar los más insensibles oídos?. 'Era un silencio tan... tan grande/ que el canto de los grillos/ partía las piedras'.    

Al-Hakam Morilla Rodríguez, coordinador nacional de Liberación Andaluza.

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