jueves. 28.03.2024

Javier Salvador, @jsalvadortp

La Real Academia de la Lengua nos dice que displicencia significa “desaliento en la ejecución de una acción, por dudar de su bondad o desconfiar de éxito”, que viene a ser lo que sienten los partidos políticos que a día de hoy tienen en su mano la llave para que Rajoy repita como presidente, y si no lo sienten ellos es precisamente lo que ronda en las cabezas de aquellos que no votaron al Partido Popular en las pasadas elecciones que, su conjunto, conforman la abrumadora mayoría de los españoles. Y ojo, no olvidemos a aquellos que no votaron, porque esa otra España que ha decidido guardar silencio es la que sencillamente se excluye del proceso democrático por pura displicencia.

España necesita un gobierno, pero lo dicen unos señores cuyos sueldos sobrepasan en muchos miles de euros la media de lo que cobra cada español.

El partido más votado es el que tiene el derecho a gobernar, pero quién es capaz de allanar el camino a quien paga sueldos en diferido, borra discos duros antes de que la Policía registre su sede o pueda hacer un pseudoconsejo de ex gobierno con sus destacados cargos públicos que están en prisión.

Al Partido Popular le falta humildad y un poco de mirarse al ombligo antes de pedir a los demás altura política, sentido de Estado y unión entre los demócratas.

Nos hablan de la unidad de España cuando es precisamente la parte conservadora de la clase política la que ha partido el país en dos, en aquellos que se han enriquecido de las administraciones públicas y los que pagamos sus desmanes con impuestos por servicios públicos low cost.

Miren, para hacernos una idea de qué significa dejar que gobierne el PP en su actual momento tomemos un ejemplo de andar por casa. En Almería hay un pequeño pueblo en la comarca del Almanzora que se llama Albox. El alcalde electo por la mayoría absoluta de los votantes ha sido condenado por no entregar papeles a la oposición. La denuncia obviamente la presentó el portavoz de PP, y ahora ha conseguido en los juzgados que se declare nulo el nombramiento de la nueva alcaldesa. Hasta ahí bien, pero qué pensarían si les dijese que ese mismo portavoz es un asesor de la diputación provincial que, además, sigue atendiendo a sus clientes como abogado y pasa la mayor parte de los días en su pueblo, sin pisar la Diputación. Igual les suena mal, pero imaginen que ahora tratase de hacerse con la alcaldía ganándose los favores de un independiente y una concejala sin sueldo, de la lista del grupo que gobierna y a la que en su pueblo, obviamente, le harían las cuentas para averiguar de dónde ha sacado el dinero para literalmente desaparecer.

Para un tipo que viva en Casarrubios del Monte, provincia de Toledo, la historia no tiene sentido alguno, pero para los vecinos de Albox o de la comarca del Almanzora sería impensable que su partido, el más votado en las municipales, PSOE, apoyase o se abstuviese ante un PP que intenta apearles de la alcaldía pasándose por el forro la altura política, el sentido de Estado y la unión entre los demócratas frente al transfuguismo o la corrupción política. Sería una puñalada por la espalda que no perdonarían.

La displicencia no puede ser parte de la ecuación en la que se hable del Gobierno de España y para demostrar que están dispuestos a cambiar tienen que empezar desde abajo, desde tan abajo como Albox o no culpar a los demás de no conseguir apoyos y asumir que el problema está entre ellos mismo.

¡Joder! que en Almería las palmeras de Roquetas de Mar llevan GPS y las vendía el yerno del alcalde que, mira por donde, también es presidente de la Diputación y del PP.

Menos artistas y mejores artes si realmente quieren apoyos.

Rajoy, desaliento de España