jueves. 28.03.2024

Javier A. Salvador, teleprensa.com

Mariano Rajoy pretende llegar a los miedos más profundos de los electores al grito de “que vienen los rojos”. Alguien ha debido decirle que eso surte efecto seguro, porque es lo mismo que hacían Alfonso Guerra y los suyos cuando  decían aquello de que “vienen los fachas”. Pero claro, las reacciones son distintas porque las motivaciones son otras. Al fascismo se le tenía miedo por otros asuntos, y cuando se traía a colación la intención no era otra que rememorar el odio que provocaron cuarenta y cinco años de dictadura. 

Lo de que vienen los rojos genera, no obstante, otro tipo de preocupación, ya que si hay algo sabido por todos es que en el ADN de la izquierda española está escrito que cuanto más se acercan entre ellos más sonora será la gresca inmediata que se avecina, porque el enemigo de la izquierda no está en la derecha o en el centro, sino en los celos y recelos que se barajan en su propio bando.

Si el PP lanza consignas de preocupación conseguirá que la gente se ilusione, pierda miedo y crea que las plataformas ciudadanas al estilo Barcelona, Cádiz, Santiago, Madrid y tantos otros lugares, son posibles de cara a las generales.

El movimiento que se pretende, el inteligente y que por eso no se llevará a cabo, es jugar con la Ley D'Hondt y evitar que el beneficiado sea el Partido Popular como ocurrió en las pasadas municipales. Lo crean o no, los de Rajoy no cayeron más abajo porque la propia dispersión de la izquierda y los movimientos ciudadanos les ayudaron a mantener diputaciones, como es el caso de Almería, donde han hecho de su capa un sayo y se han subido los sueldos hasta un 45%.

El truco de nuestro modelo electoral es que el reparto de los escaños se hace con un perverso sistema de porcentajes, pero claro, si concentras fuerzas es baratísimo obtener un diputado al mismo tiempo que le complicas la película a tu contrincante.

Pero independientemente de todo ello y de que todos tengamos claro que esa Ley D'Hondt no cambiará mientras mande el bipartidismo en España y no modifiquemos la ley electoral, lo que hay que hacer es jugar con ella y no declararse insumiso ante el sistema, que puede ser muy de izquierdas, pero también muy estúpido porque le das munición a tu enemigo.

El llamamiento que está haciendo el PP contra los nuevos anticristo se debe a que ve que Ciudadanos no va a cubrir las expectativas electorales que le tenían puestas, pero tampoco hay que culpar a Rivera y los suyos, porque han sido los propios chicos de la gaviota o como coño se llame el pajarraco, los que han matado la gallina de los huevos de oro. 

Su hubiesen esperado a las generales para hacer pactos con ellos, PP/Ciudadanos, en vez de forzarles a picar un poco en cada lado sin mirar la cara y los bolsillos de quienes han salido alcaldes gracias a sus silencios, habrían absorbido mucho voto del centro izquierda, ese que le dio a Rajoy la mayoría absoluta de 2011 y que ahora busca una unión, amalgama, gazpacho o asamblea a la que dar un voto ya no que saque Rajoy de la Moncloa, que al fin y al cabo es otro Zapatero cualquiera, -una buena persona y un pésimo gestor-, porque el objetivo es mandar a casa a los corruptos, a los que han pillado y a los que no, porque hay secretos a voces en todas las provincias que parece imposible que jueces y fiscales sean los últimos en conocer.

Dicho esto, no se qué me da más miedo, si que vengan los rojos o que los chicos de Rajoy, Rato, Montoro, o peor aún la nueva generación de políticos que han sido criados desde asesores, como los neopepones de Almería, lleguen a algo más en política.

Rajoy avisa: ¡Que vienen los rojos!