jueves. 25.04.2024

Popularidad y populismo

Zulay Montero Maldonado, teleprensa.com Granada

En este país en el que nos encanta etiquetar y dividir a los demás, cualquier acción es digna de análisis y probablemente, escarnio público. Durante los últimos meses, y gracias al auge de Podemos, hemos vivido como la política saltaba a los medios de comunicación en un intento por acercarse al pueblo. Al que, por otra parte, habían olvidado durante tanto tiempo.

A veces lo olvidamos, pero España es una democracia en la que la voz de todos debería ser importante. Pero los gobiernos nos enseñaron a olvidar eso y centrar nuestra participación en depositar un voto en una urna cada cuatro, largos años.

Las nuevas generaciones quieren que esto cambie, pero no saben muy bien hacerlo. Pablo Iglesias ha recorrido prácticamente todos los salones españoles con un discurso político muy medido y estructurado, no deja nada al azar. Ese es su trabajo, al fin y al cabo el es experto en comunicación política. Decía un viejo refrán que es mejor que hablen mal de ti a que no hablen. Es discutible, algunos pensarían que esta es la mejor manera de alcanzar la popularidad. Otros, sin embargo, vemos demasiado cerca el límite con el populismo.

Pedro Sánchez ha llegado el último pero también quiere jugar, no quiere quedarse fuera de un escenario político que empieza a configurarse. Por eso nos ha deleitado con una semana de apariciones televisivas al mas puro estilo Obama. Porque allí si son normales estas cosas y el presidente visita programas, canta, baila y rie como si de un famoso más se tratara.

Surge el debate ¿está mal que el líder del PSOE visite platós y llama a Jorge Javier en directo?. Lo cierto es que su estrategia es buena, pero algo precipitada, de repente quiere estar en todas partes, aniquilar el fantasma de Rubalcaba y convertirse en ese líder carismático que salvará al país. Es un icono que no siempre funciona, Felipe González encandiló a una España que empezaba a despertar, pero su imagen no fue aval suficiente para dejar una huella positiva.

Es un buen momento para hacer examen de conciencia y decidir si prefieren tener mucha repercusión, aunque sea negativa, a conseguir un público objetivo que crea en sus palabras y acciones. Al final, nos guste o no, todo se reduce al marketing.

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