viernes. 29.03.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

El puente de Pescadería, esa pasarela que une La Chanca con la Plaza de Pavía, además de ser una realidad inminente su remodelación, se ha convertido en algo más que un icono de la lucha de los barrios, es desde ayer el ejemplo claro de que la oposición puede gobernar la ciudad.

Fácil no ha sido, pero de evitar una demolición inminente que tenía preparada el ex concejal Pablo Venzal a conseguir que se ponga en valor hay un largo, costoso y cansino trabajo llevado a cabo por un pequeño grupo de personas.

La historia comenzó con una farmacéutica subida al puente, arropada por los miembros de la asociación que preside con un claro mensaje: El puente no se tira, une los barrios y acerca personas. Lo bueno de su movilización, que comenzó en 2014, fue que al año siguiente había elecciones municipales y la jugada de proponer a los partidos políticos enfrentados en los comicios que firmasen un acuerdo de intenciones con la plataforma vecinal fue sin duda el punto de inflexión. Sencillamente pusieron precio a la foto de los políticos en el puente. Si querían hacer suya la reivindicación tenían que plasmarlo en papel, un acuerdo que les obligase a presentar una moción concreta para salvar el puente y ponerlo en valor. Y lo mejor es que se jugó a una previsible pérdida de mayoría absoluta del PP en Almería, con lo que se garantizaba la actuación si el resto de fuerzas habían firmado el acuerdo. Y así pasó, pero sólo en principio.

El puente llegó a pleno, se aprobó la moción y fue prácticamente como un brindis al sol, porque al igual que muchas otras mociones aprobadas por unanimidad, sencillamente tuvo el mismo peso que un pronunciamiento del Ayuntamiento de Almería sobre el cambio climático, es decir, buenas intenciones pero nulas acciones.

Pese a todo, ahí estaba de nuevo la plataforma #salvemoselpuente que cada cierto tiempo hacía revivir el asunto. Una pequeña nota de prensa por allí, alguna que otra reunión por allá, conscientes de que el momento de entrar a matar era precisamente el primer aniversario de la aprobación de su moción no ejecutada.

El último puyazo fue pedir que se presentase una nueva moción, pero esta vez, una que denominaron “moción de la vergüenza”. Los términos de redacción fueron tan duros que auguraban un escándalo de proporciones inimaginables. Piensen por un momento que el pleno del Ayuntamiento de Almería se hubiese visto obligado a aprobar un moción en la que se pedía a ese mismo órgano que hiciese cumplir los dictámenes que éste mismo había tomado hacía un año. Sencillamente una vergüenza.

Un día antes de que llegase a pleno la nueva moción los vecinos fueron llamados al despacho del concejal encargado de comerse el marrón para enseñarles un plano básico de cómo sería su puente una vez restaurado. Una reunión que venía a convencerles de que ya estaba en marcha su proyecto. La moción de la vergüenza fue rehecha, rebajada y ajustada al momento. 

A partir de ahí se produjo la natural batalla para ver quién se apuntaba el tanto hasta que, de forma inesperada, se puso en bandeja la opción de poder escenificar lo que precisamente debió ocurrir exactamente años atrás en el Auditorio Maestro Padilla, es decir, que la oposición se ponía de acuerdo para sumar una mayoría absoluta en Almería y sin contar con el equipo de gobierno. Todo en un aniversario más que comprometido.

El puente se hará y, además, por el hecho de ser un icono de la lucha de los barrios por conseguir sus reivindicaciones será convertido entre todos en algo más que una pasarela, porque cierto es que se trata del mirador desde el que se pueden tomar las mejores imágenes de la Alcazaba, pero también es el lugar desde el que se demostró que la gente de la calle puede mirar cara a cara al poder político sin bajar la vista ni un solo instante y ganar. Vamos, que peregrinar al puente de Pescadería va a tener su rollito especial.

Peregrinación al puente de Pescadería