jueves. 28.03.2024

¿Necesitamos una reforma constitucional?

Marcial Vázquez

Una de las frases que más rechazo me han causado siempre en política es cuando alguno dice eso de “hablemos de las cosas que les preocupan a los ciudadanos”. Generalmente porque casi siempre es una excusa para no hablar de cosas que no les interesa a ellos, aunque sí a los demás. Pero existe una parte de verdad en esta idea, y es que cualquier partido político tiene, debe, articular en su discurso aquellos temas que más preocupan a los votantes, porque sobre ellos se edifican las mayorías electorales. Si los votantes identifican que un partido no tiene como prioridad sus necesidades, es complicado que le den su voto.

Es cierto que en las llamadas sociedades post modernas el electorado se define más por cuestiones de valores o medioambientales que por los aspectos materiales o maximizadores de la utilidad de su voto. Pero sería de necios pensar que la actual sociedad española pueda considerarse como post moderna cuando existe un alto porcentaje de niños que sufre desnutrición o cientos de miles de familias que pasan hambre o se encuentran en el abismo de la pobreza perpetua. La educación se ha convertido en un enemigo del PP, la sanidad en un negocio para el PP y la democracia en la coartada a prostituir por parte del PP. Con este panorama, ¿necesitamos una reforma constitucional?

En primer lugar es evidente que una reforma, o incluso una constitución nueva, no va a solucionar de por sí nuestros graves problemas. La pregunta, entonces, sería la siguiente: ¿es un impedimento la actual constitución para construir de nuevo un país progresista, justo y solidario? Y ante esto la respuesta es inevitable: NO es un impedimento. Ni siquiera el famoso artículo 135 supondría una limitación para un gobierno que apostase por otras políticas distintas a esta austeridad asesina que tan feliz y excitados ponen a los sociópatas que nos la aplican, ya sea en Moncloa o en nuestros ayuntamientos. Podemos decir que el problema actual que tenemos los españoles no es la constitución sino quien ocupa el sillón de la presidencia del gobierno, que se va a la muralla china a proferir gansadas como la de “Juan Carlos II”, mientras en España Gallardón se quema y Cataluña se incendia. Creo que sería casi imposible encontrar un presidente del gobierno de cualquier otro país, de cualquier otra época, tan ridículo, mediocre y vividor como el que actualmente sufrimos los españoles.

Vayamos, ahora, a la segunda cuestión: ¿interesa a una mayoría la reforma constitucional? Y según la última encuesta del CIS, es evidente que ni de lejos. No preguntan por la cuestión como tal, pero si aspectos relacionados con la misma: “los nacionalismos” (2,2%); “estatutos de autonomía” (0,1%); “la monarquía” (0,4%). Por lo que, es de suponer, la reforma constitucional que propone el PSOE como apuesta definitiva de su programa máximo electoral no tiene demasiado eco en las preocupaciones de los españoles según este barómetro.

Porque es importante marcarse prioridades en política y entender las necesidades más reclamadas de la sociedad. Sobre todo por algo importantísimo: vivimos en una etapa crítica, con una ciudadanía cansada, hastiada y que se siente, en el fondo y en la forma, muy perdida. Si a quien necesita empleo, sanidad, becas para sus hijos o seguridad en sus pensiones, le ofreces federalismo y reforma de la constitución de una forma que eclipsa tus propuestas interesantes y de izquierdas sobre estos temas anteriormente citados, el resultado es el que observamos el 25-M y se consolida en las posteriores encuestas: caída del PSOE, victoria del PP y subida imparable de PODEMOS.

España se enfrenta a problemas urgentes y vitales. Problemas que pueden resolverse sin una reforma constitucional. Es más, algunos de estos problemas ni con una reforma constitucional se resolverían. Llegados a este punto no quiero repetirme porque he escrito bastantes veces sobre el tema: si a quien quiere secesión le ofreces federalismo, no solucionas nada porque siguen queriendo secesión. Así de simple, así de complejo.

¿Necesitamos una reforma constitucional?
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