Ana Mancheño, teleprensa.com Sevilla
¿Ante cuántas situaciones molestas miramos para otro lado? Es casualidad o es que nos da miedo enfrentarnos a nuestra conciencia, pensando que si no ves, o haces que no ves, no te exigirás nada y el resto tampoco lo hará.
Miramos para otro sitio cada vez que vemos a un chico en un semáforo pidiendo para que le compres pañuelos, o cuando extienden la mano en la puerta de una iglesia, o en la acera de una calle, en la esquina de un supermercado… Miramos, siempre miramos pero, no vemos.
Deberíamos poner luz y alegría en la mirada y mirar al otro de frente, decirle “no puedo darte nada que te saque de esa situación, pero sí puedo escucharte”. A veces, nuestra vida en sociedad es difícil. Nuestra manera de comunicarnos está con frecuencia llena de amenazas y de malas formas. ¡Reclamar, replicar, combatir! ¿Para qué? ¿Por una sociedad más humana? Nosotros deshumanizamos, en muchas ocasiones, a los que nos rodean renunciando al más mínimo respeto y a toda delicadeza en nuestras relaciones.
Queremos tener razón y ser los más fuertes, la sociedad demanda eso. Entendiendo que la sociedad somos todos. Tienes que ser mejor que los otros. Tener éxito en lo que inicias. Y no siempre es así. Por eso más que nunca, necesitamos dulzura en las palabras, que nos escuchen con el corazón, que en el trabajo miren y vean a la persona no a alguien cuya función es simplemente ser productivo.
Deberíamos darnos cuenta de la fragilidad del ser humano. Lo aislado que estamos envueltos cada cual en su burbuja de problemas, fracasos y malos momentos. Hay muchísimas personas a quienes la pobreza, la enfermedad aleja lentamente de la vida. Y aún así tienen más coraje que los demás. Porque la afrontan mirando de frente y con luz en la mirada. Esa que a los que “estamos tan sanos” nos faltaría tener más a menudo.
Creo que nuestro mundo tiene necesidad de personas sencillas, tranquilas que sepan caminar por él con calma. Pero vivimos en una vorágine en la cual no da tiempo a oír nuestros pasos ni a nosotros mismos. Olvidamos los días en que todo iba bien. Cuando podíamos ilusionarnos con pensamientos alegres. Hagamos que vuelvan. Es posible. No olvidemos que un día mirábamos y veíamos. Porque si se olvida estaremos cercenando una parte importante de lo vivido. Debemos aprender a mirar y ver…Es cuestión de proponérselo.