viernes. 19.04.2024

Maximiliano Atrevido

Juan Antonio Palacios Escobar

Le había surgido la oportunidad de mejorar profesionalmente sin esperarlo. Se le abrían las puertas para conseguir sus objetivos. Pronto iba a convertirse en jefe. Tras diez  años como oficial administrativo de aquella oficina bancaría y otros tantos como interventor, iba a ser nombrado director.

Había sabido tener paciencia, incluso le había dado tiempo a prepararse y estudiar Derecho. También a ser testigo de cómo triunfaban los más inútiles y fracasaban los más inteligentes pero que no estaban dispuestos a tragar mierda con tal de ver colmadas sus ambiciones.

Maximiliano veía realizado sus sueños y en su mentalidad neoliberal y conservadora pensó para sí “el poder siempre está en las mismas manos, los que tienen el dinero.” Aquel paso suponía un mayor compromiso en colocar por encima de cualquier principio o valor, la empresa.

En los ratos, en que las preocupaciones y la consecución de la máxima rentabilidad que le habían marcado se lo permitían, que era casi nunca, se preguntaba una y otra vez qué tipo de economía estaban construyendo y hasta dónde estaba dispuesto a contribuir desde su nueva responsabilidad.

Lo que Atrevido no había terminado de aprender es que por mucho barniz que se les aplique, las personas no cambian con el tiempo pero el paso de los días contribuye a que se les termine cayendo la careta y descubramos tras el disfraz, el verdadero rostro del personaje.

Tenía por delante la posibilidad de un nuevo proyecto profesional y de vida, una oportunidad  que tal vez no se le volviera a presentar, y que consciente que eran muchas sus posibilidades de éxito debía aprovechar y hacer lo que realmente quería.

Y para ello estaba dispuesto a estudiar y tener previsto todos los pasos para que ningún imprevisto le sorprendiera, no podía admitir que las grandes ilusiones que se había fabricado con su pase a la actividad política pasarán de ser un gran ilusión a convertirse en una enorme decepción.

Había dado el gran paso de su vida, y reconocía que se encontraba preso de su apoteosis .Jamás él podía imaginar, por mucho que se lo hubieran contado y explicado que podría llegar a superar sus propios límites, aunque hubiera fantaseado en sus sueños y falsas realidades que pudiera conseguir alcanzar el principio de Peter o su máximo nivel de incompetencia.

Entre sus certezas y dudas, se encontraba en una extraña situación, una especie de bucle del que ya no podía  ni quería salir, y era como estar cabalgando sobre un tigre del que no podía bajarse sin ser devorado. Uno de los grandes inconvenientes que debía superar era su amor al lujo y su tendencia a gastar en exceso.

Además el uso del poder, suele sacar lo mejor y lo peor de cada cual  y en el caso de nuestro personaje, Maximiliano, había hecho aflorar como diría el Papa Francisco “su idolatría por la riqueza” y en su afán de poseer lo insustancial, olvidar ser el mismo.

Tendría que hacer un gran esfuerzo y superar las complicaciones, y entre polvos y lodos, debía demostrarse a sí mismo que era capaz de superar el estrés y plantearse  con seriedad, sin falsos atrevimientos ni faroles, lo que podía hacer y aquello que por mucho atrevimientos y agallas que le echará no estaba preparado para afrontar.

Decidió con inteligencia, parar y ponerse límites, porque se daba cuenta que no transmitía, que había perdido mensaje en su mirada, que estaba comenzando a pagar los efectos y las consecuencias de sus disparates y estaba cansado de su propio hartazgo.

Maximiliano Atrevido
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