jueves. 28.03.2024

Mancronio Pijorro

Juan Antonio Palacios Escobar

Macronio era como un pavo real y en sus despliegues y repliegues sacaba pecho y lucía palmito. Creaba su propia realidad fuera de la misma, como si amaneciera cuando anocheciera y viceversa o volviera a casa cando se estaba yendo. Presumía como si fuera el Rey de todos los pijos del mundo y en su actitud y en su verbo resultaba increíble e insufrible.

Pijorro no era sospechoso de sencillez, sino que era el vivo ejemplo de fanfarronería y en su exhibicionismo, no solo resultaba presuntuoso  y fatuo sino que representaba todo lo que cualquier persona normal podía aborrecer. Estaba encorsetado y jamás se dejaba llevar por las emociones aunque si era preso de sus caprichos.

No convivía con los demás, tal vez porque no los veía, era como si se  moviera solo y con el mismo disfrutaba con sus memeces e intrascendencias, creyéndose genial u original, pensando que el resto de la humanidad eran unos plebeyos a su servicio.

Su micromundo se reducía a la adoración de sí mismo, cual narcisista sin remedio y no le preocupaba lo más mínimo la manera de pensar y de sentir de quienes le rodeaba. Pijorro, era la personificación del egoísmo elevado al cubo.   

A pesar de sus poses y presumires, ni se hacía respetar ni podía quitarse de encima el estigma de chufleta e insustancial, y se rodeaba con frecuencia de los doctores en cotilleos y habladurías, e iba de un lado a otro como si fuera un maniquí o  un modelo haciendo su paseo por la pasarela del buen vestir.

Consideraba una vulgaridad estar pendiente de las nuevas tecnologías, y prefería entre composiciones y descomposiciones los actos y los fastos de homenajes y reconocimientos. Siempre iba hecho un pincel, no le faltaba detalle ni marca que lucir.

Muchas veces en sus locos paseos por los lugares más elegantes y caros, andaba perdido entre iconos y símbolos, ventajas e inconvenientes, miradas, modos y modas, tendencias y sensibilidades, proclamas y denuncias, cambios y mutaciones, objetivos inútiles y debates estériles.

A veces desperdiciaba el valioso tiempo que le regalaba el presente, en peligrosas diversiones en lugar de desmentir mitos y mentiras contagiosas. Su estupidez provocaba rechazo y sobre todo generaba cansancio, entre quienes trabajando para él, intentaban tapar todas sus meteduras de pata.

Era el momento de hacer cosas nuevas y de iniciar otro camino, pero Macronio era incapaz de  plantear las verdades al descubierto y no se permitía improvisar y no ser tan cuadriculado en sus rutinas, que había convertido en tradiciones.

Por su simpleza no era capaz de abordar nada con un mínimo de complejidad, pero tampoco se sentía con fuerza e iniciativa para superar su desamor hacía las personas y su desinterés hacia las cosas, y la vaguedad de su lenguaje reflejaba su escaso nivel intelectual.

Intentaba mentir convincentemente, pero su escasa empatía, le hacía aparecer un perfecto desalmado con modales exquisitos. Casi siempre presumía de lo que no era y de aquello que ignoraba. Se empeñaba en revivir la historia por muy plagada de errores y equivocaciones que estuviera.

También en otras ocasiones Mancronio Pijorro, lo negaba todo por muy evidente que fuera, y soportaba el temporal en alta mar por muy altas que fueran las olas y por mucha fuerza con que soplara el viento.

Mancronio Pijorro
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