sábado. 20.04.2024

Mamerto Obnubilado

Juan Antonio Palacios Escobar

Era un fuera de serie para situarse entre la obnubilación y la perplejidad. Montaba un circo o una feria en cualquier esquina y con sus dardos daba en el blanco entre horrores y errores, reproches y negatividades. A pesar de su aparente despiste era capaz de superar cualquier adversidad y convertir el peor de los alimentos en el más suculento de los manjares.

Amigo de cuentos y leyendas, haciendo de tripas corazón, lo mismo avanzaba hacia el pasado que regresaba del futuro. Entre titirimundis y copleros, inundado de emociones y sentimientos, de sorpresas y entusiasmos, sin miedos ni provocaciones, tenía la honestidad de dar la cara.

En su turbación y fascinación fisgoneaba todo lo que ocurría en su entorno, pero lo mismo se mojaba por los demás que era capaz de jugar con fuego. Era tan extraño como el vallisoletano pueblo de Urueña, el único de España que tiene más librerías que bares.

No podía permitir que el presente se le fuera de las manos. Debía despertar y ponerse las pilas. Era consciente que tenía que elegir, que debemos escuchar con paciencia lo que un amigo tiene que decirnos, dándole tiempo y sin juzgarlo ni interrumpirlo.

Mamerto era simpático, cauto y sin ninguna prepotencia lo que le hacía ganar muchas simpatías. Sabía calibrar cada cosa en su justa medida, por eso era fuente de paz y armonía consigo mismo y con los demás. Aunque anduviera perdido, en ocasiones, haciendo honor a su apellido.

Sin embargo aceptaba cada parte de su vida y no rechazaba nada. Le gustaba reservar tiempo para descansar y desconectar cuando lo necesitaba. Cuando contaba cosas, era como un buen narrador que dibujaba los personajes con todo lujo de detalles y recreaba los ambientes con gran precisión.

Ya en su madurez y a sus 54 años, estaba descubriendo que las cosas no eran como él siempre las había imaginado. Pese a todas las dificultades continuaba siendo coherente. No sentía nostalgia por el pasado ni ansiedades por lo incierto del futuro. Prefería rescatar de la memoria, de vez en cuando, los momentos agradables e imaginarse ilusiones para el tiempo por venir.

Entre los obstáculos y los ventajismos, enfados y disgustos, cansancios y hastíos, no lograba comprender como había gente que siempre se apropiaba de los aciertos y asignaba los errores a los demás. Huía de los tópicos de lo positivo y lo negativo porque sabía que la cotidianidad es oscilante, plural y repleta de todo tipo de actitudes y actuaciones.

Hay muchas cosas que parecen lo que no son y otras que son lo que no parecen y en esa línea Obnubilado no trataba de racionalizar sus emociones y se dejaba llevar por sus deseos. No se guardaba casi nada dentro de él y expresaba su inquietud con tranquilidad.

Entre ocurrencias y anécdotas, había aprendido a lo largo de su vida y experiencias a hablar y escuchar más y gritar menos., porque veía como la gente entre la verborrea y la palabrería solo sabía meter la pata y colocarse en situaciones complicadas y desfavorables.


Su propósito a partir de ahora era sacarle el máximo partido a cada situación. Respiraba hondo y cambiaba el chip para entender cualquier cambio, salir de su perplejidad y no permanecer obnubilado.  Estaba dispuesto a emprender nuevas y variadas aventuras. No tenía prisa por casi nada. Se divertía con inteligencia y era consciente de la relatividad de él mismo y de lo que le rodeaba, que todo lo que ayer era firme y seguro, hoy se tambaleaba y se movía en el terreno de la incertidumbre.

Mamerto Obnubilado
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