jueves. 28.03.2024

Lo complicado de la sencillez

Ana Mancheño, teleprensa.com Sevilla

Leyendo a Mario Benedetti estos días, en una de sus páginas, hablaba sobre la sencillez: “La sencillez es una de las virtudes más complicadas de este viejo mundo. Cuando uno es sencillo (en su habla, sus actos…) corre el incómodo riesgo de ser tomado por tonto…Todo mandante, ya sea el mandamás, como el mandamenos, se afana (sobre todo cuando se afana) en no ser sencillo… En la sencillez  los hombres y  mujeres se amparan, se comprenden. En la complejidad, en cambio, se ven con desconfianza…” 

La profundidad y el conocimiento parecen tenerla quien hace de lo complejo su forma de vida.  Cuando leo y veo, ya sea en redes sociales, en conferencias o en una simple consulta de médico, usar unos términos abstractos y una forma de expresarse tan rebuscada, me pregunto  si seré  yo la que no sabe nada, de nada, o son los demás los que quieren dar a entender que saben mucho, aunque realmente no sea así. No sé…Quizás es una percepción personal.  Seré así de rara o igual de inculta, vete tú a saber.

Actualmente, para demostrar que se domina según qué materias se ha de utilizar términos anglosajones o liosos. Así de enrevesados nos hemos vuelto. Con el léxico tan rico que tiene nuestra lengua y hemos de  recurrir a usar extranjerismos que quedan muy bien para el marketing, pero no sé qué pintan en otros ámbitos… Como digo es que seré muy sencilla  y poco compleja. Lo cual es sinónimo de, cómo dice Benedetti,  “correr el  incómodo riesgo de ser tomada por tonta”. 

Desde pequeña me enseñaron,  y he ido aprendiendo con el paso de los años, que se llega mejor a las personas cuando nos expresamos con sencillez, sin caer en vulgarismos  pero  tampoco utilizando conceptos complejos…. Porque cuando es así, en realidad hay una lección muy ardua que no aprendimos: la de la sencillez en la forma de actuar, de ser y expresar. 

Adaptarnos a las eventualidades no significa dejar de ser cómo eres, dejar  a un lado tu esencia, es simplemente tener criterio para saber cuándo es conveniente hablar o actuar de acuerdo a las circunstancias. Porque siguiendo la máxima que siempre aplico: me interesa más lo que piense yo de mí  que lo que opinen  los otros. Porque a los otros  les puedes engañar, pero a uno mismo no. 

El genial Benedetti decía “¡Si uno conociera lo que tiene, con tanta claridad como conoce lo que le falta!...” Y yo digo, entonces seríamos seres naturales e inteligentes y no complejos y enrevesados, puesto que en la sencillez está lo sobrio.

Lo complicado de la sencillez
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