viernes. 19.04.2024

Lidia Rigurosa

Juan Antonio Palacios Escobar

Lidia, a pesar de su juventud, cuarenta y dos recién cumplidos,  tenía veinte años de profesión periodística a sus espaldas. Solía recurrir a fuentes fiables para construir sus crónicas y reportajes, contrastando todo aquello que le llegaba sobre los temas que trataba y evitando aquello tan peligroso de no dejar que la realidad le estropeara la noticia

También era alérgica a los bulos y las mentiras, a la improvisación o a dejar todo tipo de lagunas informativas que alimentaran fabulaciones y especulaciones  y le provocaba telarañas en su imaginación, impidiéndole ver la realidad en toda su crudeza.

Con demasiada frecuencia cuando se encontraba delante de la pantalla en blanco del ordenador, se preguntaba una y otra vez “qué difícil resultaba crear algo, qué efímero disfrutarlo y qué fácil destruirlo”. Sabía que el salto desde la nada a la grandeza es heroico, bajar desde la altura a las profundidades del pozo es cuestión de segundos.

Entre embarques y desembarques, veía las cosas con otros ojos más grandes y abiertos, aunque siempre afloraran problemas con los que no contaba y aunque lo que estuviera en juego fuera algo más de lo que nos indicaban las apariencias.

Cuando se encontraba agobiada de tanta preocupación y demasiada responsabilidad, necesitaba desconectar y alejarse de las broncas y follones y no ser la administradora de la caja de los truenos, esperando pacientemente que entre cuentos y recuentos, algo importante podía suceder en su vida.

Nadie podía entrar en su cabeza, no podían herirla si ella no quería, ni  colarle una bola ni hacerle perder la calma y caer en el error de la impaciencia y la irritabilidad. Había aprendido con el tiempo a analizar su comportamiento y rectificar sus errores.

Rigurosa, caminaba con habilidad en el proceloso laberinto de su vida, entre bondades y maldades, procurando escuchar su propia voz y hacerle caso y sabiendo aceptar las cosas que tenían que cambiar, compartiendo sus problemas y dificultades.

Estaba cansada de tanto artificio, tantos logos, siglas e iconos, tantas falsas lealtades e hipócritas fidelidades, cuando era consciente de que conseguir cualquier objetivo requería un gran esfuerzo y  soportar ser blanco de todos los comentarios y miradas de los mediocres.

LR sabía que había cantores más allá de sus voces y de sus ecos, pintores por encima de sus paletas y lienzos, escritores en una búsqueda permanente de palabras perdidas y nuevos conceptos, gente cesada antes de ser nombrada.

En alguna ocasión y por sus excesos en el trabajo y su obsesión porque todo le saliera perfecto, la salud le había enseñado tarjeta roja. Ahora se sentía empática y percibía que le caía bien a casi todo el mundo pero además procuraba mantener una actitud positiva sin dejarse arrastrar por el pesimismo y superando las dificultades que le salían al paso.

Desde el rigor de su visión de las personas y las situaciones, intentaba poner en los espacios y tiempos de los que era protagonista, aprovechaba todas las oportunidades que le salían al paso para ser creativa, para descubrir soluciones imaginativas a esos problemas que si no se les hinca el diente se convierten en crónicos.

Sabía ser seria pero no triste, y dejando siempre a un lado cualquier ataque de pereza o apatía colocaba un toque lúdico y divertido en todo lo que hacía.

Lidia Rigurosa
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