sábado. 20.04.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

Hace unos días volvía a casa por el Paseo Marítimo de Almería y me llamó especialmente la atención una chica que se hacía unas fotos con su móvil en modo autorretrato. Imagino que para colgar en su Instagram o cualquier otra red social con la que gritar sin palabras ¡Qué bien me lo estoy pasando! ¡Mirad que bonito paisaje!. Lo extraño de la foto es que a las doce del mediodía caía un sol de justicia y la chica, joven, de no más de veintipocos años, estaba perfectamente arreglada, pintada, en vez de tener una toalla al hombro como el 99% de las personas del lugar. Pero el hecho que me llamó la atención y me hizo detener mi bici fue que su cara de hastío, casi de tristeza, cambiaba radicalmente cuando extendía el brazo para hacer la foto mientras ladeaba su cabeza al tiempo que esbozada una sonrisa tan enorme como falsa, porque nada más pulsar el botón de disparo de su teléfono, esa sonrisa genialmente fotogénica volvía a un gesto que sencillamente revelaba la otra verdad que su cámara no captó, es decir, la soledad de ese momento.

Pero esa falsa imagen del selfie es a lo que nos hemos acostumbrado. Todos damos por buena la imagen que vendemos o que queremos ver, pero tras esa milésima de segundo se esconde una realidad que por mucho que intentemos esconder es sencillamente la realidad. Y me acordaba de esa chica hoy, un lunes diferente porque es el que nos devuelve al día a día tras las vacaciones, mientras escuchaba los datos de desempleo y, lo que es peor aún, esa referencia a que más del 10% de los empleos generados eran sencillamente de camareros. Y no, no tengo nada en contra de esta profesión, pero nos muestra la realidad de ese selfie de la recuperación económica que el Gobierno de España lleva vendiéndonos meses y meses. Una imagen que puede parecer verdad, pero que sólo se sostiene ese microsegundo de la toma de la foto.

Hace unos días Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, y diputado por Almería, se hacía otro selfie institucional con Juan José Matarí, el diputado también por Almería que se mensajeaba con Luis Bárcenas mientras iba camino de la Cárcel. Ambos estaban sentados a una mesa en la que el protagonista era el ministro de Fomento del Gobierno de Rajoy, y la imagen era la excusa para anunciar que iban a contratar nada menos los proyectos de ejecución de las obras del Ave que fueron paralizadas por ese mismo presidente del Gobierno hace ya más de 2.000 días. La información es tan intrascendente para el propio ministerio que ni tan siquiera aparecía en su página web, pero por el contrario la imagen servía para vender una felicidad tan real como la de esa chica pintada del Paseo Marítimo de Almería que tras disparar la cámara de su móvil volvía a estar sola, triste y poco segura de que vender esa falsa imagen realmente le condujese a alguna parte.

La soledad del selfie
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