viernes. 29.03.2024

La obsolescencia de la protección a la infancia

José Carlos Cabrera Medina, @cabreramedina1

En Livermore (California) hay una bombilla que lleva 115 años alumbrando interrumpidamente sin que se haya aún fundido. Un claro exponente de las cositas bien hechas. 

Gracias a la bombilla de Livermore, se tienen más que sobradas argumentos para pensar que muchas compañías nos venden, no solo bombillas, sino todo tipo de artículos que tienen ya sus días contados, y conforme a eso, a sabiendas de que nos van a durar un tiempo determinado, basan sus réditos económicos. Un ciclo programado de consumo. Es lo que se llama la obsolescencia programada. 

Estas semanas en las que los centros de protección han sido noticia quiero compartir una reflexión. Más allá de los problemas propios de la atención a la infancia, a la falta de recursos de atención a los menores y los recortes, mas allá de la falta y perdida de recursos para los itinerarios formativos y de atención a este colectivo, existe un situación de languidecimiento del sistema de protección que parece programada, pues en estos años, ni agentes sociales ni administración han querido adaptarse a la realidad de nuevo mundo de la movilidad migratoria, ni a la geografía de la provincia como frontera Schengen de la UE.

 

Esta situación se ve agravada con el envejecimiento paulatino e inexorable de los profesionales de la atención a los menores en los centros de protección públicos, debido a que la inmensa mayoría de ellos entraron en la administración pública en la época de la transmisión de dichas competencias a las comunidades autónomas en los años 80.

 

Las competencias en Andalucia por ejemplo fueron trasferidas en el año 1983, lo que hace ahora 33 años. Aquellos profesionales que entraron con 20, 24 ó mas años, con estudios de magisterio o relacionados con el trabajo social, tienen ahora cerca de 60 años, mientras que los menores a los que los atienden siguen teniendo la misma edad que cuando tenían aquella edad. Antes eran jóvenes cuidando a niños, ahora son abuelos cuidando a adolescentes.

Ante esta situación la administración publica, ni tampoco los sindicatos, encargados de mejorar los servicios que la propia administración, no solo no ha puesto remedio a algo que se veía venir, sino que más al contrario han agudizado una situación, blindando la posibilidad de que dichos profesionales después de una larga carrera implicados en el crecimiento y educación de muchos menores necesitados, pudieran pasar a otros departamentos (guarderías, residencias de ancianos, etc.) donde no hubiera una exigencia tanto física como mental. 

Esta situación merma la atención a este colectivo tan vulnerable como es la nuestra infancia, pasando a ser la atención en los centros meramente asistencial y parcial en vez de educativa. 

Por todo ello parece que existe hacia el sistema de protección una obsolescencia programada, un dejar morir, un dejar de aportar recursos que una sociedad con valores necesita. ¿Si no cuidas de tu infancia, cual será tu futuro?.

La obsolescencia de la protección a la infancia
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