sábado. 20.04.2024

Insultan nuestra inteligencia

Álvaro Cabo

Érase una vez, un padre de familia que decidió trasladarse a vivir a un piso de alquiler. Una vez ya instalados, y como éste hombre era muy dispuesto, y porque no decirlo, bastante marimandón y cabezota, se presentó para presidente de la comunidad de vecinos después de convencer al dueño del piso, que sería una buena idea, y así él se despreocuparía de todo.

Así que, Arturito -que así se llama el protagonista de este cuento-, hizo su campaña prometiéndoles que si le votaban, tendrían muchas ventajas, en resumidas cuentas, que les prometió “el oro y el moro”, y por supuesto, ganó por mayoría aplastante. Porque los vecinos se creyeron lo que querían oír, que pagando lo mismo de comunidad iban a poder disfrutar de las mismas ventajas que los que pagan el doble.

Pasado un tiempo, Arturito, que tiene un arte que no se pué aguantar, como diría ”er Pichi” un paisano suyo, dejó de pagar el alquiler a los dueños del piso, así sin más. Se le había metido en la cabeza que otras comunidades de vecinos les robaban. Convocó por su cuenta y riesgo unas elecciones, para votar SI, a que nos roban y SI, a no queremos estar con ellos.

 

Mientras tanto, todos los vecinos seguían disfrutando de la piscina, las pistas de tenis, el padel y de la limpieza. Además, muchos de ellos dejaron de pagar el recibo de la comunidad. ¡Es que, otras comunidades nos roban! “behh”, -gritaban cargaditos de razones-.

 

No contento con eso, Arturito con ese morro que le caracteriza,declaró la república independiente de su casa(acordaros que el piso era de alquiler), empezó por imponer la lengua Lulululu, creó una bandera propia y empezó a prohibir todo lo que a él le parecía que estaba en contra de sus pensamientos. Como por ejemplo, ir al  tenis con pantalón rojo, bajar a la piscina con flotadores de Aragón, hablar en español en las zonas comunes..., en fin, esas cosas tan importantes que hay en la vida.

 

Pasaba el tiempo, y un día llegó del colegio británico uno de sus hijos, y le comentó que quería dinero para un viaje a Miami con sus amigos. ¡Necesitaba conocer nuevos mundos!. Así que Arturito, sin pensárselo dos veces, cogió su Troncoaudi A6 y se presentó con su cara dura en casa de su padre Marianín. Al que solo acude cuando necesita dinero o a que le planchen la ropa o le preparen la comida. Como muchos hijos que se independizan, que usan a sus padres de cajeros automáticos sin necesidad de tarjeta. Continuará....

 

Hombre Arturito! ¿Cómo estás? ¿Qué vienes a pedirme? (madre mía como me conoce pensó para sus adentros). Hola padre necesito que me extiendas un cheque. ¿Hoy no me hablas en lulululu? -Dijo su padre- ¿Hoy si que eres de la familia de los Rajaos? 

Y así, es como Arturito se fue de nuevo a la república independiente de su casa, con un cheque en el bolsillo y de paso unos tupers de patatas con todo lulu, su comida preferida. -¡Qué limitado este Arturito!-

 

Otro día, que nuestro protagonista se encontraba dando un mitín a sus vecinos, recibió una llamada urgente de su mujer, en la que le decía que se había roto una tubería en casa, y se había levantado el parquet. A lo que Arturito le contestó: "Pues llama la dueño del piso y que lo arregle". Y continuó con su repetitivo discurso.

 

Una afición suya que llamaba la atención por encima de las demás, era la de su gusto por las pitadas, en todas las fiestas del barrio regalaba pitos y cuando daba la señal todo el mundo pitaba al vez. ¡Como se ponía! Hinchado como un pavo y con una sonrisita, así como de cabroncete, vamos que se le veía que le ponían los pitos.

 

Tal era su fama entre los periódicos locales, ¡qué hablaban de él cada día! y sus sumisos vecinos le llamaban el salvador y Arturito veía cada día más cerca su sueño. El sueño de quedarse por la cara un piso que no era suyo con el apoyo incondicional de sus ciegos vecinos. Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO POR DESGRACIA NO HA ACABADO. 

 

Epílogo. 

Esta historia está basada en hechos reales. Se han cambiado los nombres de los protagonistas para proteger su identidad. Cualquier parecido con la ficción es pura realidad. 

Si nos tomáramos las cosas absurdas como lo que son, nos podríamos ocupar de otras más importantes e interesantes. Como la unidad, los valores, el respeto hacia tu patria, la educación de calidad, el periodismo libre, los políticos con vocación y con honestidad etc, etc. Y entonces los telediarios tendrían sentido.Ahora son como pesadilla en la cocina. Mierda por todas partes. O lo que viene siendo un insulto a la inteligencia de todos los que nos consideramos españoles, y  no somos unos ignorantes.

 

MI PAÍS A TRAVÉS DE MIS OJOS

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