jueves. 25.04.2024

Javier Salvador, @jsalvadortp

Hace cinco años dije, aún a riesgo de que me llovieran las tortas que desde todos los cielos me cayeron, que envidiaba a Catalunya por muchas cosas, pero sobre todo por aquellas diadas en las que cientos de miles de personas enarbolaban una bandera repleta de sentido y sentimientos. Hoy tengo que decir que les envidio mucho más por cómo han conseguido arrinconar a todo un Gobierno, para que sea capaz de traicionar a todas sus comunidades supuestamente fieles y prometer a sus bestias negras inversiones de nada menos que 4.200 millones de euros.


Verán, yo soy almeriense y vivo en un tierra en la que las obras de la alta velocidad se paralizaron el mismo día que Mariano Rajoy juró el cargo como presidente de un Gobierno que hoy utiliza el dinero público creyendo que así comprará sentido y sentimientos. Me consta, por mucho que nos vendan que no será así o que el Corredor Mediterráneo que pasa por esta provincia está dentro del paquete catalán, que lo más rápido que veremos correr a ras de suelo por  el trazado del Ave en Almería serán las lagartijas de los campos de Níjar, y pese a ello no puedo reprochar a políticos como Mas, Rigau, Ortega, Homs, Puigdemont o Junqueras que se lleven algo que estuviésemos esperando aquí en el sur. Casi vital para nuestra competitividad.


A esos que han llevado su lucha hasta más allá de lo que muchos entienden como razonable, y que han asumido que sentarse en el banquillo de los acusados era una consecuencia asumible por  la defensa de un ideal, sólo les puedo decir ¡Olé vuestros cojones! Porque puedes estar de acuerdo o no con aquello que defienden, pero no les puedes negar el reconocimiento por no dar su brazo a torcer ante algo en lo que creen profundamente, como su nación, su identidad, el nombre de su país o su bandera.


Han llevado a tal extremo esa lucha que ellos pueden haber perdido derechos o libertades  por el camino, pero también han hecho perder el norte al ejecutivo contra el que han luchado hasta conseguir que literalmente se bajen los pantalones, porque hacer que tiren de talonario para ver si así dividen al pueblo y consiguen vencerles, es sencillamente una victoria en todo sentido.


Posiblemente las grandes empresas catalanas empezarán a moverse ahora para que el clima político se rebaje hasta que se consuman esos 4.200 millones extra en inversiones, porque no serán andaluces ni aragoneses quienes hagan esas grandes infraestructuras. Me juego un café con quien sea a que serán empresas de allí. Y realmente me parece cojonudo.
Ahora bien, malo sería si de la envidia sana no aprendemos en el resto de España, porque nos han enseñado desde Catalunya que la lucha por valores y la defensa a ultranza de ideales son las principales armas que puedes tener para doblegar al adversario. Y sí, he escrito valores e ideales, porque de eso va esta gresca que muchos ven como de banderas y territorios.


Y no, nadie puede decir sin temor a equivocarse que los valores e ideales de un bando sean mejores que los del otro. Sólo que son distintos.
4.200 millones de inversión extraordinaria para Catalunya. Ese es el legado de Mas, Rigau, Ortega, Homs y todos aquellos que lleguen a ser imputados por las consultas separatistas catalanas. Con dos cojones.


El legado en Almería por ser la única provincia de Andalucía en la que gana el PP es tener las obras paradas desde que Rajoy adquirió el oficio de presidente del Gobierno de España. Lo dicho, hoy envidio a Catalunya mucho más.

Hoy envidio a Cataluña mucho más
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