sábado. 20.04.2024

Gualberto Gandul

Juan Antonio Palacios

Gualberto era un holgazán vocacional, no pegaba un golpe ni por equivocación y siempre buscaba las formas y las maneras de que los demás hicieran su trabajo .Parecía un personaje de ficción aunque era real como la vida misma

        Se sentía más delgado, ligero y feliz cuanto menos se movía , lo que podía ser una contradicción pero es que también hacía lo mínimo para ingerir alimento, lo que le mantenía en un peso pluma , ya que se pasaba temporadas en una situación de  un  casi ayuno.

         Vivía en una casa sin apenas  muebles y dormía en un colchón sobre  el suelo. Decía que así tenía que limpiar menos y hacer menos esfuerzo para hacer la cama. Su indolencia era una característica que abarcaba a todas sus posibles actuaciones y que quedaba solo en buenas intenciones.

       Todo el día se encontraba cansado y pensaba que la mejor manera de resolver esa situación suya que parecía no tener remedio era relajarse y dar un paso atrás para ver las cosas de otra manera. Otras veces se sentía agobiado, tenía miedo o sufría porque sus heridas no habían tenido suficiente tiempo para sanar.

       A veces nuestro sujeto era catalogado como un perezoso sin remedio, pero en el fondo y en las formas era un puñetero desorganizado, en la que no había manera de entrar en su casa, en su escritorio o en su coche. En otras ocasiones su diálogo con el mismo era tan negativo que no le ayudaba a arrancar y cambiar de vida.

      Por apático y desidioso no se daba tiempo para vivir los pequeños momentos, oler las flores, saborear una buena comida o un buen vino y siempre pensaba en como dedicar el mínimo esfuerzo a todas sus acciones y no ponía  la suficiente energía y entusiasmo en  disfrutar de todas las cosas que tenía a su disposición.

         Se pasaba horas y horas sin salir de la cama o sentado en el sofá frente al televisor viendo todo tipo de programas que no solo le perjudicaban su salud física y mental, sino que le tenían en una especie de estado de vagancia sin límites o de estar fuera de la realidad.

          Todos quienes le rodeaban reconocían que Gandul influenciaba poco en su entorno. Tal vez porque eso suponía un pequeño esfuerzo que no estaba dispuesto a pagar. Aunque algunos lo consideraran un personaje de poca monta en un análisis profundo las cosas no eran así.

            Durante muchos años había estado instalado en la holgazanería y desde la perspectiva de sus 57 años, no había resultado tarea fácil. En puridad él podía considerarse un héroe, capaz de superar miedos y pánicos, incertidumbres  e inseguridades, con tal de conseguir su objetivo, NO TRABAJAR.

            A Gualberto le repetían en más de una ocasión y de dos lo que decía Víctor Hugo “el trabajo endulza  la vida, pero ocurre que no a todo el mundo le gustan los dulces”: era el caso de Gandul  que siempre pensaba en aplazar todo lo que tenía que hacer en una especie de procastinación.

            Siempre había tenido claro que el currar no era precisamente un placer sino una necesidad, y que aunque la realidad no nos guste no supone que renunciemos a nuestros sueños.   Había prendido que este mundo globalizado y en que los mercados tenían su dominio, no debíamos caer en la trampa de entrar en la competición con los demás.

             Entre la lógica y el absurdo, su optimismo subía como la espuma y estaba dispuesto a hacer un esfuerzo para mimarse, sacarse el mejor partido posible y valorarse adecuadamente.     

Gualberto Gandul
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad