miércoles. 24.04.2024

Fundido a negro

Zulay Montero Maldonado, teleprensa.com Granada

El otro día una noticia me hizo plantearme eso que a nadie, o casi nadie le gusta. ¿Cuántos años hace ya de eso? Es una pregunta odiada porque conlleva nostalgia por lo que fue y ya no volverá. El tema que me llevó ahí no es tan trascendental como para influir en el día a día, pero me hizo recordar que un día si lo fue. Fue un buen momento para analizar como hemos cambiado y lo que nos queda por delante.

A finales de octubre Messenger desaparecerá para siempre. En realidad en Europa no lo usamos como tal desde el año pasado y solo se mantenía su esencia en China. Pero cuando termine este mes ya no quedará nada de ese revolucionario chat que nos hizo acercarnos al universo internet.

Los que eramos adolescentes cuando Messenger llego a nuestras vidas pensábamos que era la cúspide del avance informatico. Podíamos hablar con personas que estaban lejos y desaparecían las fronteras. Después el tiempo se encargaría de mostrarnos que mientras internet nos hacía universales, los gobiernos levantaba muros más altos para frenar los intercambios.

Ahora que se va ¿qué menos que dedicarle un pequeño obituario? Aunque solo sea por los buenos ratos que nos regaló y lo felices que nos hacía sentirnos parte del futuro. Messenger nos enseñó a definir nuestra personalidad con estados y letras de color. Era un mundo virtual en el que predominaba la originalidad.

Antes de que Twitter y Facebook nos volvieran adictos a las redes y dependientes del favor de los demás en forma de Me Gusta. Messenger estaba ahí para mostrarnos el camino.

Abrir una conversación a la persona que te gustaba y esperar su respuesta, eso si que era un acto de valentía. Y cuantos corazones adolescentes se rompieron por un contacto que se desconectaba sin respuesta.

Poco a poco nos hicimos mayores olvidando las reglas que habíamos aprendido en aquellos primeros años de juventud 2.0. Facebook nos enseñó la dependencia de gustarles a los demás y Twitter la importancia de ser, o parecer, inteligentes en pocas palabras.

Ha estado ahí muchos años pero ninguno volvimos a visitarlo, a recordar los viejos estados abandonados, las sintonías asociadas a contactos o el color que tenia nuestra letra. Ahora se va para siempre. Pero hay una generación que recordará esos tiempos cuando la vida se contaba en colores y zumbidos. Y los emoticonos eran capaces de transmitir emociones. Y es que los primeros amores nunca se olvidan.

Fundido a negro
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