sábado. 20.04.2024

Filosofía de la Comunicación

Juan Galera, filósofo

A modo de apéndice de mi Filosofía Previa en el siglo XXI, sigo el mismo protocolo: regreso al origen del concepto y -simultáneamente- lo actualizo. Y me encuentro que es intrínseco al ser humano la necesidad de comunicar. ¿Por qué? Como siempre, la evidencia está en la propia palabra (o realidad formal); puesto que comunicar nos dirige casi inmediato a "común", comunidad. O sea, el hombre como animal político que dijera el estagirita. Eso es el hombre. Y una discapacidad sería el sordomudo, o la esterilidad. 

Pero la pregunta que nos conmueve es ¿por qué el hombre ha nacido para comunicar? (Podría seguir vivo sin ello). Sin embargo, la diferencia de un acto de comunicación, es que produce un aumento de conocimiento, del tipo que sea, lo que no me permite olvidar mi tesis sobre la esencia de la Idea de ser humano: su diferencial es el aprendizaje constante. Esa es su misión aquí. Por lo tanto, hemos cerrado el círculo sin vicio: el ser humano se nutre de la información del mundo que es él (en otras palabras más clásicas: el hombre es el ser-humano-ahí-en-su-mundo-que-es-él).

Otros menos categóricos, dicen de la necesidad de comunicación por razones "fenicias" o "imperiales"; pero eso no es lo que me toca en tanto que mi libro (origen-actualización; lo contrario se conoce por crisis). 

Pero solo cuando los medios de la comunicación fueron habituales, como ahora; es cuando la lechuza de Minerva emprende su vuelo: es el momento del estudio sobre el concepto de la comunicación. Es más, hoy, ante la "muerte" del padre de familia; del padre Estado, y el padre Celestial, quien da el calor paternal, de referencia "anti-tu-posible-tragedia", es el cuarto padre. 

En eso debemos centrar esta síntesis de la tesis. Los medios, hoy, en Occidente ostentan una homologación de Estado. La nueva pregunta es si cumplen con los efectos obligacionales de ese poder. El primer acicate es el hombre de atrás; el político protector; el inversor tajante; el miedo. Lo segundo que da que pensar es si la academia periodística forma al licenciado para que sepa de todo, o solo sepa explicarlo todo. 

Ante la decapitación y la autoventa del intelectual íntegro en la zona del bienestar, no hay reunión en los medios televisivos, donde no compongan el quinteto, todos, periodistas, o primos o amigos del periodista. Y se ha llegado a una familia enmurallada, donde siempre están los mismos; tanto en juegos; como en historias; así como en los anuncios. Parece ser que en toda España y Sudamérica no hay nadie más válido que ellos para transmitir siempre enunciados analíticos (es decir, que no aportan nada). 

Y hablo de la TV como el paradigma más nutriente del encéfalo humano; pero con menos calidad nutricional. 

Ahora que el Cuarto Poder es el Único, debería implantarse una Cátedra en las Ciencias de la Información, titulada Filosofía de la Comunicación; o Comunicación de la Filosofía (que, si se demora uno, son lo mismo). Lo digo, porque, si bien el comunicador no puede saber tanto como sabía, de todo, Leonardo; si puede crear la raíz de cómo surge el acto de informar para formar. 

Me niego a identificar al periodista con un loro; y me niego que exista alguien estéticamente más preparado para el acto social que el periodista. Éste, como dice el comienzo del Código Civil, tendrá que considerar, como un buen padre de familia, la hermenéutica de los tiempos, las circunstancias, y el momento histórico en que nos encontramos y -añado yo- que dada su responsabilidad psiquiátrica de todos los públicos, debe comenzar a ennoviarse conmigo o con otro filtrador de lo filtrado (o philo-sophia); porque -y no me alcanzan mayores argumentos de objetividad que los dichos- es la hora, en el Tercer Milenio de la Humanidad, en que la "prensa-que-multiplica-por millones-una unidad", y debido a que no existe el objetivismo puro, penetre en la interpretación de la noticia.

En ese sentido, todos deberíamos saber, que el aumento de la inteligencia de los engañados, se compone de dos moléculas: la memoria, y la exacta comprensión. 

Pero no solo de hermenéutica debe vivir el buen comunicador; sino, y principalmente, de conocer la distinción entre el nivel categórico, sistemático; del anecdótico, solo necesario en casos originales. 

Así se habrá adivinado que, ante la caída -por y como causa- de la crisis; sí, la caída de todos los discursos fuera de la confianza, solo queda el que te mantiene, aunque preso, vivo: la constancia de lo diario, de lo periódico, y su fuerza "hidráulica". 

Es decir; la guadaña de la feminización de la sociedad y su coautor el consumo, han dado muerte al intelectual y al héroe. Lean Sus Majestades literatura; tengan a Petronio a su lado; pero no hagan como el elefante que cuenta Jorge Bucai o Bucay.

Juan Galera, filósofo.

Filosofía de la Comunicación
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