viernes. 19.04.2024

Fausto Filigrana

Juan Antonio Palacios Escobar

Nuestro hombre al igual que el protagonista de la leyenda clásica alemana, era un erudito que hacía verdaderas filigranas y exhibiciones con sus conocimientos, pero que sentía insatisfecho con su vida, por lo que no tuvo más remedio como el personaje histórico, literario y musicalizado, que hacer un pacto con el diablo, intercambiando su alma por el conocimiento sin límites y los placeres mundanos.

Resistente al paso del tiempo, no le cabía ninguna duda que su principal enemigo Babuchas Baboso estaba a la sombra de toda operación que pretendía acabar con él. Entre el temor y la normalidad había ido descubriendo que lo más barato es a veces lo más bueno.

En sus reflexiones había llegado a la conclusión que follar y fallar no era la misma cosa aunque en ocasiones coincidieran, y que eran muy similares con lo que en política ocurre con las promesas difíciles de cumplir y los programas imposibles de llevar a  cabo.

A pesar de sus adornos Filigrana, siempre había preferido ser un artesano al servicio de los intereses del pueblo que un tecnócrata inclinado ante los poderes económicos. Entre demagogias  y populismos extremos, prefería las reflexiones que le hacía  encontrarse consigo mismo.

Amante de lo fácil, fluido  entretenido estaba dispuesto por muchas retóricas que quisiera echarle, que nadie por muy poderoso que fuera marcara su destino sin incurrir en la ingenuidad de escupir para arriba. , por lo que debía tener sumo cuidado a la hora de tomar decisiones para no ser el guionista de comienzos felices y tristes finales.

Fausto Filigrana tenía un alto concepto de su persona y de las cosas que le rodeaban, y en su barroquismo consideraba que todo lo que poseía en su entorno era lo más valioso., tal vez porque le aportaba tranquilidad y equilibrio, cuando resultaba tan fácil ser acompañado de granujas y caraduras.

           Tenía el toque de pisar fuerte y merecía la pena que lo hiciera. Sus gestos e intervenciones, entre el dominio del mar y el   horizonte de las tierras que se adivinan eran como las rutas de seducciones distinguidas de perfectas armonías.   

            Fausto sabía que la vida es a veces menos complicada de lo que creemos y más difícil de lo que quisiéramos, pero entre llanos y cuestas, peligros y miedos, fusiones y difusiones, huía de las falsas estadísticas y de los politiquillos de tres al cuarto que solo se quedan en la superficie y no profundizan en el afecto de la gente.

Filigrana se perdía e lo superfluo y no sabía hacer frente a los imprevistos, porque quizás estaba repleto de conocimientos pero vacío de sabiduría. Entre incomprensiones equívocos, reconocimientos y  valoraciones, se encontraba siempre dispuesto y abierto a interpretar el personaje adecuado sin reaccionar ni retroceder.    

Estaba convencido que no podía precipitarse y debía pensar las cosas antes de hacer propuestas y mucho menos ejecutarlas. Sin embargo estaba convencido que debía aprovechar toda oportunidad que le saliera al paso, para convertir toda retirada en avance y cualquier paso adelante en ilusión.

Había recibido un bálsamo de positividad y veía el mundo y las cosas de otra manera entre lo oportuno y lo improcedente, entre historias y protagonistas distintas, en las  que la existía la  tentación de algunos personajillos de confundir el pasado y el presente, de mercadear con los valores, de cambiar de objetivos según el número de euros  que haya en la bolsa. Tal vez porque como decía el refrán popular “el sabio convive con la gente sin criticar, el necio critica sin convivir “·

Fausto Filigrana
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