jueves. 28.03.2024

Javier A. Salvador, telperensa.com

Carlos Fabra, presidente del PP de Castellón, de su Diputación y de otras muchas cosas más, pese a su edad, -igual les empieza a sonar esta historia pero aplicada a otras provincias-, ha jugado a ser durante años el hombre que ponía y quitaba a su antojo en su partido. Nada escapaba de sus manos, ni tan siquiera la suerte, de ahí que haya justificado sus multimillonarios ingresos de los últimos años, coincidentes con su etapa política, no por el cobro de nada ilícito, sino porque le tocó en reiteradas ocasiones la lotería. Ahí queda la cosa.

Jaume Matas fue presidente del PP, en las Islas Baleares, presidente del gobierno regional y, no se lo pierdan, ministro de Medio Ambiente con José María Aznar como presidente. A Matas y Fabra les une que ambos van a ingresar en prisión en las próximas horas, días como mucho. No se sabe  si cumplirán sus condenas porque el PP está acorralado. Por una parte no puede permitirse dejar a los suyos en la estacada. Ya empieza a sumar a unos cuantos presidiarios entre sus altos cargos de no hace mucho, y eso sus votantes de toda la vida no se lo van a permitir. De otro lado, saben perfectamente que no les queda nada de la mayoría que consiguieron en las urnas hace ya casi cuatro años, pero entienden perfectamente que un indulto o cualquier medida de gracia supondría ese temido levantamiento popular que se palpa en las calles y que piden los más viejos y sabios desde los cursos de verano de las universidades.

El PP sabe que no puede poner como excusa en el caso de Carlos Fabra que se le condena por un delito fiscal y no por corrupción, y es la verdad, como que a Alphonse Gabriel Capone Pecino, más conocido como Al Capone, le pasó algo parecido, que le condenaron por un delito contra la hacienda pública pero, una pena, la gente no le conocía precisamente por sus actividades legales cuyos beneficios escondía al fisco.

Fabra, además, le está echando un pulso al PP y en concreto a Mariano Rajoy, y aunque no se quita nunca las gafas de sol, está claro que con la mirada va diciendo que si él cae, caerán todos. Y, por ahora, hasta se ha negado a pedir un indulto, caso contrario al de Jaume Matas que sí lo ha solicitado y , pese a ello, sus colegas de partido se lo han denegado y eso, los fieles a  Aznar no lo van a perdonar. Y aquí entra otro ingrediente de este picante plato mediterráneo, ya que en las últimas semanas los movimientos son mucho más bruscos dentro del propio PP pidiendo en este caso no una renovación, sino una reedición de los tiempos de gloria aznariana.

Pero hablamos de chanchullos y no de política, y casos en los juzgados hay por todo el territorio español. Ahora ya no vale con estar imputado, por lo menos en algunos partidos, y resulta un poco esperpéntico que dependiendo hacia dónde sople el aire en unos casos ser o estar imputado es suficiente para marcharse y en otros no porque no demuestra nada. Hay que joderse. 

Por ejemplo, y hoy no hablo de El Ejido, en Almería, cuyo alcalde ha sido imputado por un asunto de terrenos nada claro. Sin salir de la comunidad de Fabra, en la que ahora el presidente es su pupilo más destacado de Castellón, los pequeños empresarios se han aliado, y cito textualmente un titular “contra la mafia que domina en Alicante”.

En Almería la propia fiscalía anticorrupción de Sevilla, ha abierto una investigación para aclarar los extraños adormecimientos judiciales de los casos que salpican al presidente del PP local y también de la Diputación Provincial, -acumulación de cargos marca de la casa entre los caciques populares-, y alguno de ellos son tan claros como la doble contabilidad de una empresa en la que se apuntaban los pagos al partido o las obras en la casa del alcalde de la capital, que mira por donde, no se acuerda de aquella historia. Según las informaciones derivadas del caso Hispano Almería, la empresa ejecutaba casi el total de la obra pública que ordenaba Gabriel Amat y entre ellas están algunas que presentaron más sobrecoste que las que van a llevar a Jaume Matas a la cárcel. Pero claro, sus mamporreros se dedican mientras tanto a sacar las facturas de los churros a los que invitó un alcalde del PSOE en las fiesta de un pueblo, que eso es hacer política de la buena.

El verdadero problema está en que las claves del momento no las tienen ni los partidos ni los ciudadanos, sino los jueces y fiscales, que son los únicos que pueden quitar de en medio mucho del matorral que impide ver la amplitud del paisaje, pero esos jueces y fiscales también son personas y tienen ideologías. Los propios partidos han conseguido que hasta los presidentes de las audiencias provinciales busquen apoyos entre senadores y barones locales para conseguir reelecciones o ascensos a tribunales togados militares o cualquier otro destino superior porque, al final, el vértice real del independiente poder judicial también lo pone y quita un pacto entre partidos, y precisamente los mismos que a día de hoy tienen a varios de sus hombres clave de los últimos tiempos camino de prisión.

Y lo peor de todo esto no es lo contado, sino lo que queda por venir.


Fabra, Matas y no hay dos sin tres