jueves. 28.03.2024

Obra de Pinazo

OLULA DEL RÍO.- El museo Ibáñez de Olula del Río acaba de incorporar a su colección permanente otra obra de singular importancia. Se trata de un óleo sobre lienzo de  47 x70 cms del insigne pintor español Ignacio Pinazo Camarlench (Valencia, 1849 – Godella, 1916), uno de los autores más relevantes de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, cima de la denominada escuela valenciana de pintura, junto a Sorolla y Muñoz Degraín. Precisamente estos días, durante todo el verano, se celebra una excepcional  exposición temporal en el Museo de Arte de Almería, Espacio 2, sobre la obra de Pinazo, producida por la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino y comisariada por Javier Pérez Rojas, máximo experto en la obra pinaziana y director de la cátedra de estudios del IVAM que lleva el nombre del pintor.

La obra que ahora se incorpora a la colección del museo Ibáñez, procedente de una colección particular madrileña y adquirida en subasta pública por Andrés García Ibáñez ,  es un estudio de tres retratos masculinos de perfil, excepcional dentro de la producción de pintor valenciano. Se trata de un óleo de magistral técnica, de rico y jugoso colorido y de un prodigioso naturalismo que anticipa a Sorolla. La pincelada, de estirpe velazqueña,  tiene un valor plástico indudable y expresa con una asombrosa economía de medios las calidades de la piel y los cabellos. Otras zonas de la pintura se resuelven con una dicción sorprendentemente moderna, que anticipa soluciones informalistas de la pintura contemporánea.  El cuadro está firmado y fechado en 1888 y representa, con toda probabilidad, a tres personajes cercanos al artista. Es posible que cada retrato sea un estudio preparatorio para alguna composición mayor no materializada. Por su técnica y estilo hay que relacionarlo con obras precedentes como “Los últimos momentos de Jaime I” del Museo del Prado, pintada en 1881, siete años antes.

La autenticidad del cuadro ha sido ratificada por el experto en Pinazo, Pérez Rojas, quien ha reconocido la excepcional calidad de la pieza y su singularidad, por tratarse se retratos de estricto perfil, totalmente infrecuentes en la obra del gran pintor valenciano.

Esta valiosa obra podrá verse próximamente en Almería, pues viajará al museo de Arte de Almería, Casa de Doña Pakyta, dentro de la actividad “La obra invitada”, donde se presentará por primera vez al público.

 

IGNACIO PINAZO CAMARLENCH

Pinazo nació en 1849 en Valencia, en el seno de una modesta familia de comerciantes. A los quince años se matricula en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde pronto es admirado por profesores y alumnos. En 1873, Pinazo viaja, por primera vez y por su cuenta, a Italia. En 1876, con su lenguaje pictórico plenamente consolidado y tras casarse con Teresa Martínez, se instala definitivamente en Roma. Allí ejecuta algunas de sus primeras obras maestras, como “El guardavías” y “Juegos icarios”. En 1879 envía a Valencia su famosa “Las hijas del Cid”, por la que obtiene la Medalla de Oro del Ayuntamiento. En 1881 obtiene la segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes por “Los últimos momentos de Jaime I” y vuelve definitivamente a España. En 1884 es nombrado profesor de Colorido de la Academia de San Carlos. En 1885, huyendo de la epidemia de cólera que asola Valencia, se instala en la casa de campo del banquero Jaumandreu, para quien realizará unos memorables retratos de su familia. En 1897 obtiene la Primera Medalla en la exposición Nacional por el retrato, verdaderamente magistral, del comerciante José María Mellado. Repite el mismo triunfo en la de 1899 con “La lección de memoria”, que representa a su hijo Ignacio estudiando. Esta obra, acaso la más importante de toda su producción por la enorme altura técnica y estética, se exhibe en el museo del Prado. En 1903 es nombrado Académico de San Fernando en Madrid. En sus últimos años, por voluntad propia y quizá por la enorme pujanza de las nuevas figuras de la pintura española, como Sorolla o Zuloaga, se retiró a Godella para pintar en soledad, con una técnica cada vez más audaz y exploratoria, que acabaría alumbrando las vanguardias en nuestro país.

El Museo Ibáñez incorpora a su colección una obra de Ignacio Pinazo