jueves. 28.03.2024

El gatillazo de Podemos

Marcial Vázquez

Confieso que a principios de este año, cuando Podemos ocupaba incluso la primera posición en las encuestas, pensé que Pablo Iglesias conseguiría aguantar el tirón hasta las generales. Creía que ciertos errores que después empezó a cometer tanto él como su partido no se darían tan pronto ni de forma tan infantil. Es más, para mí Podemos era una burbuja electoral que solo se pincharía una vez llegaran al poder. El inconveniente es que la primera parada (andaluzas) se saldó con un fracaso inducido, dadas las altas expectativas; la segunda parada (municipales y autonómicas) se saldó con éxitos que no han podido capitalizar como propios y fracasos relativos donde se presentaban con sus propias siglas; y, finalmente, la tercera y última parada (catalanas) con un resultados que lo sitúa al nivel del PP en Cataluña, algo que con eso se dice todo. ¿Por qué se ha desinflado tan rápido Podemos?

Primero debemos entender que las causas de los fenómenos políticos no siempre son ni monocausales ni simples, aunque a veces pueden llegar a ser las más evidentes. En este caso empezaremos por la ley física: todo lo que sube tiene que bajar. Y cuanta más velocidad en la subida, más contundencia en la bajada. Desde enero hasta ahora, Podemos ha pasado de ser el primer partido en intención de voto a aparecer después del 27-S como el cuarto, por detrás de Ciudadanos. Precisamente a Albert Rivera le va a beneficiar que ha sido “inflado” mucho más cerca de las generales, por lo que podrá aguantar el desafío a pesar de sus resultados de mayo más que discretos en toda España.

¿Por qué ha bajado tan rápido Podemos? Por la atracción gravitatoria que se ha ido acelerando conforme más se han acercado a lo que conocemos como “centro” o “centralidad”, que a pesar de no ser conceptos equiparables, sí son usados indistintamente por los analfabetos políticos de turno. Conforme Pablo Iglesias ha ido modulando su discurso de ruptura con lo establecido y ha ido consolidando su poder interno mediante prácticas discutiblemente democráticas, el nuevo partido se ha ido acercando a aquello que sus potenciales votantes no querían: la imagen de la política y los partidos tradicionales. Jamás pensé que teóricos tan capacitados como el propio Iglesias o Errejón cayesen en la trampa de dirigir su discurso al lugar donde ya existen 3 partidos que quieren “pescar” votos: PP, PSOE y Ciudadanos. En su obsesión de ser “transversales”, de ser “los de abajo que luchan contra los de arriba”, se han olvidado de que por mucho que intenten superar el marco izquierda/derecha esto no es posible en un momento histórico y político donde la necesidad de un relato de izquierdas claramente opuesto a la dictadura neoliberal es algo latente en amplias capas de la sociedad.

Pero no solamente su apuesta por el centro ha sido un suicidio evidente, sino que las actitudes personales de Pablo Iglesias lindantes con el oportunismo más torpe, el egocentrismo y la soberbia, han terminado de enfriar las expectativas de poder podemitas. Lo más llamativo ha sido el desprecio con el cual la cúpula de Podemos ha tratado a lo que queda de Izquierda Unida, con el desenlace recién conocido de que IU irá por su cuenta y autonomía. Pablo Iglesias ha querido aparecer como el inspirador de Tsipras, de Corbyn y de cualquier éxito que la izquierda pudiese tener en Europa. Pablo quiere ser todo y se encuentra con que cada vez le cuesta más incluso ser él mismo, porque está totalmente desdibujado. Es verdad que a Pedro Sánchez se le nota mucho que está dispuesto a gobernar al precio que sea, pero al líder de Podemos le pasa algo parecido: quiere coger todos los votos posibles al precio que sea. Y lo de los votos es algo más complicado.

La identidad en política es algo vital e ineludible. Situarse en un marco ambiguo y lleno de lugares comunes es casi un suicidio, sobre todo cuando te enfrentas a una sociedad castigada por 4 años de gobierno totalitario y clasista y mucho más empobrecida que en 2011. Saber aprovechar las emociones del electorado es algo legítimo, pero si estas emociones no se canalizan en acción y en esperanza sostenible, el resultado quedará muy lejos del esperado.

Hay quien piensa que Podemos aún puede recuperar el pulso de principios de año para conseguir unos resultados óptimos el 20 de diciembre, pero yo lo dudo bastante. Son tantos los errores cometidos y los potenciales votantes defraudados, que le costará si quiera acercarse al PSOE, no digamos ya superarlo. Aún así su decisión de no diluirse en una candidatura de “unidad popular” o confluencia para las generales puede haber sido la más acertada, ya que toda macedonia de siglas y de personalidades sin cohesión clara partidista está condenada al fracaso en la actualidad si hablamos de un marco nacional.

Podemos fue una idea que triunfó antes de tiempo, con el agravante de que dicho éxito no se supo gestionar por parte de sus dirigentes. En política es dramático quedarte detrás de la historia y de la gente, pero es un riesgo adelantarte demasiado a la evolución natural de la sociedad. UPyD, por ejemplo, fue el primer ensayo contra el bipartidismo, con su posterior fracaso sin paliativos. Después ha llegado otro intento mucho más perfeccionado, que es Podemos, con unos resultados por el momento muy por debajo de las expectativas. Veremos si a la tercera otro partido (quizás Ciudadanos) logra llegar aún más lejos que sus dos predecesores.

El gatillazo de Podemos
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