miércoles. 24.04.2024

Elena Torres, teleprensa.com Almería

Esta semana el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, daba a conocer el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2014 que ha recaído en Juan Goytisolo Gay, un escritor muy vinculado a Almería y especialmente al barrio de La Chanca. 

Sin embargo, este galardón no parece que haya levantado un gran entusiasmo en el escritor que ha declarado su apoyo a Podemos y sus reticencias a un premio oficial. “Cuando me dan un premio siempre sospecho de mí mismo. Cuando me nombran persona non grata sé que tengo razón”, ha señalado en una entrevista en El País.

No es, sin embargo, ésta la única voz que muestra cierto cabreo con este tipo de premios. De un tiempo a esta parte el rechazo empieza a ser más que notorio. El músico Jordi Savall renunció al Premio Nacional de Música por estimar que procede de un Gobierno responsable del "desinterés y la incompetencia" en la defensa del arte; mientras Isabel Steva Hernández, conocida artísticamente como "Colita", repetía gesto con respecto al Premio Nacional de Fotografía 2014 y añadía que "de momento, señor Wert, no me apetece salir con usted en la foto".

Ciertamente no es muy comprensible mantener  premios a la par que se invierte más bien poco por la cultura en este país cuando no se grava como si de un artículo de lujo se tratara. 

Goytisolo no ha llegado a decir que rechace el premio pero sí muestra su reserva a los mismos.

Y es que demasiado a menudo, los premios se entregan en este país como ‘recompensa por los favores prestados’ a quien los otorga sin profundizar para nada en los méritos de quien los recibe o por el contrario para tratar de ‘callar’ a las voces discordantes. Es una aberración pero se han instalado por gracia de instituciones y poderes económicos y mediáticos y así nos encontramos en un constante goteo de premiados por toda la geografía que acceden a los mismos más por su cargo y la contraprestación que se pueda obtener de ellos al otorgarlo que por méritos de la persona.

 

Así que no es de extrañar que como para Goytisolo, muchos prefieran los pequeños homenajes que puedan rendirles desde un barrio que la solemnidad de un acto oficial.

El desprestigio de los premios
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