jueves. 25.04.2024

Cultura del mínimo esfuerzo… Pero rentable

Ana Mancheño, teleprensa.com Sevilla

Qué internet  está en todas las facetas de nuestra vida, es algo obvio. Y que el uso de  redes sociales, de dispositivos móviles ha cambiado nuestra forma de comunicar e informarnos y de ocio, también es  evidente.

 Me pregunto ¿Está la sociedad preparada emocionalmente para todos estos cambios? Vivimos actualmente mundos paralelos el real y el virtual, sin saber a veces dónde termina uno y empieza otro. Cosa preocupante. Y ese mundo virtual se ha de llenar de contenido. Que no siempre aporta capacidad crítica, bueno, ni crítica ni capacidad. Simplemente son contenidos, pero que la gente ve. Y sobre todo los más jóvenes.

Es el  caso de los youtubers -nueva generación de “comunicadores”- que no sólo saben crear audiencia sino ganar dinero, gracias a las reproducciones de sus vídeos en YouTube. Me llama la atención, porque tener la capacidad de generar millones de visitas alguien que sólo hace el imbécil, tiene su mérito. Aunque reconozco que, otros que se han dado a conocer  a través de este canal, sí son merecedores de que algunos se fijase en ellos, son auténticos talentos.  Y si este soporte les ha dado el empujón que les hacía falta, fantástico.

Los youtubers son expertos en usar las plataformas de vídeos de googel. Éstos  se valen de un canal propio para crear contenido de interés para su público. Hablan de artículos de opinión, crónicas, o dan consejos en belleza o de cualquier tipo, ofreciendo  su información de una  forma original y diferente. Muchos dicen que esa capacidad de saber comunicar espontánea y natural, es la que hace que tengan millones de reproducciones. Y por lo tanto, lo que se propongan hacer para los que le siguen, resulte atractivo. 

Pero, no sé qué belleza puede tener la imagen de una persona, pongamos  por ejemplo, que habla como en un susurro y que apenas se le entiende para que capte la atención de tanta gente. Claro que, por otro lado, si pensamos en los valores de esta sociedad que cambian al mismo ritmo que las tecnologías, pues tampoco es de extrañar.

Y lo mejor o lo peor, según se mire, es que al día siguiente, dicho vídeo está desbordado de visitas y, estos profesionales sin profesión, ganando una pasta. Mientras que los de carreras y másteres ven como pasan sus días pensando meterse en una habitación, y grabarse para subirlo a YouTube, contando lo que han estudiado, las capacidades, los títulos que tienen, los idiomas que saben... En fin todo para nada… Porque la sociedad parece admirar más a quien le hace perder el tiempo,  que al que le da tiempo para no perderlo. Para mí esto es la cultura del mínimo esfuerzo pero con gran rentabilidad. 

Cultura del mínimo esfuerzo… Pero rentable
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