viernes. 19.04.2024

Cuando un Belén, no es sólo un Belén

Juan Pedro Pérez Quiles. Portavoz PP Albox

Estoy seguro que muchos me entenderéis, otros tal vez no y diréis, “los tiempos han cambiado”, pero déjenme contarles una historia personal.

Lo cierto es que no hace muchos años, existía una Navidad con menos luces. Con menos árboles iluminados en las calles. En realidad, no recuerdo ninguno, y eso que entonces pasábamos más tiempo jugando en la calle que en nuestras casas. Pero los niños de Albox fuimos unos privilegiados. 

En aquel momento no era consciente, pero con el paso del tiempo, uno se da cuenta, y como dice el refrán, “no se valora lo que se tiene hasta que se pierde” y es que nosotros, los niños de Albox, en Navidad teníamos un “Súper Belén”. 

Cuando era pequeño pasaba las tardes de Navidad visitando aquel Belén. A cada vuelta, descubría cosas nuevas. Era como si las figuras se movieran al ritmo de sus “quehaceres” diarios. Siempre había un detalle nuevo por descubrir. Una historia por imaginar. 

Pero había un día de visita oficial, el Día de Navidad, en el que nuestro Belén relucía de una forma especial. Decenas de pastores, artesanos, comerciantes y labradores nos aguardaban. Una noria que daba vueltas de verdad, un río con agua y peces de verdad. Un horno de cocer pan donde se veía el fuego. Hasta la hierva brotaba de verdad, en aquellos caballones perfectamente arados. Reyes Magos cargados de oro, incienso y mirra, y un castillo de Herodes que quería matar al Niño Jesús, pero no lo consiguió. Aún recuerdo la “Fragua del Capullo”, la “Churrería de la Feliciana”, la “Pescadería de la Pepita”, la “Fonda del Rosao”, los cacharros de “Los Puntas” y de “Herminio Hernández”, y la recreación casi real del "Mercadillo de La Loma".  

Cada centímetro del Belén era recorrido por la mirada atenta, inocente e ilusionada, de cientos de niños albojenses, bajo la vigilancia de un hombre mayor, que con sus manos metidas en los bolsillos, velaba día y noche aquella obra de arte, que con esfuerzo y pasión, y quizás sin saberlo, estaba convirtiendo en un legado del que todos los albojenses nos deberíamos sentir orgullosos. Reconocer esa labor y la generosidad de compartirla con los demás, es algo que nos debe engrandecer. 

Pasan los años.... y la visita al Belén se convirtió en actividad de los colegios, y vecinos de otros pueblos venían expresamente a contemplarlo. Cientos de niños hemos hecho largas colas para ver aquellos montajes espectaculares. Todos presumíamos, yo el primero, de tener en Albox el Belén más grande de Almería, que digo de Almería, de Andalucía y de España. Para nosotros, no había otro mejor. 

Sin darnos cuenta, aquel Belén pasó a formar parte de nuestra identidad como pueblo. Mantener esa tradición, daba la sensación de que al menos en los detalles, en las pequeñas cosas, algo se estaba haciendo bien.

Pasan los años.... y los pueblos vecinos empiezan a imitarnos. Aunque debo reconocer que para mí, nuestro Belén era el mejor. Teníamos más pastorcillos que ninguno, más figuras en movimiento que ninguno. Nuestro río era el más largo y nuestras montañas las más auténticas. Por supuesto, nuestra Virgen, la más guapa y nuestro Niño Jesús, el más dulce del mundo.

Y siguen pasando los años.... y ya soy padre. Y qué quieren que les diga; será porque me hago mayor, pero no puedo evitar emocionarme cuando pienso que no puedo llevar a mis hijas a ver ese buey que labraba la tierra sin tocarla, a esa vieja que se pasaba la Navidad intentado matar el ratón a escobazos o aquella otra que se calentaba las nalgas en la lumbre. 

Me apena que un año más los albojenses nos quedemos sin montar el Belén. Creo, sinceramente, que somos nosotros, los albojenses, quienes tenemos que poner en valor el legado de quienes nos preceden y utilizarlo como una riqueza compartida por todos. Es verdad que los tiempos cambian, pero estoy convencido que hay cosas que hay que mantener con absoluto respeto a las costumbres y tradiciones de un pueblo. El Belén, no es sólo el Belén. Es parte de nuestra historia, nuestra identidad y nuestras costumbres. 

La promoción y el apoyo de las tradiciones debe contar con un gran compromiso, que nada tiene que ver con lo monetario. No sólo se trata de dinero cuando, como en este caso, se trata del brillo de las miradas de los niños contemplando a los pastorcillos camino del Portal, o la imagen de los Reyes Magos, imaginando que son los mismos que en unos días les traerán algún juguete.

Cuando un Belén, no es sólo un Belén
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