viernes. 29.03.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

Tengo claro que me granjearé más críticas que adhesiones, pero después de quedar totalmente asombrado de la indolencia demostrada para liquidar la muerte de cuarenta y nueve inmigrantes en aguas del mar de Alborán, pues de la patera desaparecida sólo se rescataron tres de los cincuenta y dos ocupantes, hay que arriesgar. Creo que es el momento de que empecemos, todos, a soltar ideas o propuestas que para unos serán barbaridades y para otros soluciones, ya sean interpretadas como viables o utópicas, pero hay que llenar la red de esas ideas que parece que el frío, gélido riego sanguíneo de los gobiernos, no es capaz de hacer llegar a sus cerebros. Y si no nos molestan, apenan o avergüenzan esas cuarenta y nueve muertes, pensemos en los miles que cruzan a diario el Mediterráneo. Incluso propongo algo que igual nos hace involucrarnos más, como por ejemplo calcular el coste de tener fragatas en el mar para recogerlos, campamentos en tierra para atenderlos y secretarios de estado que llevan el apellido de inmigración en su cargo y que cobran por ello sin alcanzar a dar una mínima solución.

Me asombra especialmente que le demos palmaditas en la espalda a Marruecos mientras concentra en la frontera con Ceuta y Melilla a miles de personas a la espera de saltar la valla, o que sea incapaz de controlar las pateras que de allí salen, cuando recibe al año enormes sumas de dinero europeo para precisamente evitar eso, la emigración ilegal hacia la UE.

Pero de todos los casos que hay el de Libia es el que más preocupa y que, al mismo tiempo, puede ser el origen de una buena parte de la solución.

Resulta cachondo que hablemos del país con un estado fallido, como algo ajeno a occidente, cuando fuimos nosotros los que les jodimos a base de bien alimentado sus revoluciones callejeras, algo que quedaba precioso en titulares pero que al final se ha vuelto en nuestra contra por esa manía de los países desarrollados de tirar la piedra y esconder la mano. Pero claro, fallecido el estado, vivan los saqueadores, y por ello es extraño que lo consideramos como fallido pero que nuestras empresas de bandera, como la española Repsol, sigan sacando su petróleo como si todo funcionase igual que antes, pagando a señores locales por la seguridad de la planta y alimentando con ello ese desorden que diariamente se cobra vidas.

Y llegados a este punto igual es el momento de que la Unión Europea tome cartas en el asunto y se tome en serio, de una vez por todas, tomar posiciones allí donde está el origen del problema para tutorizar, mentorizar o dirigir in situ la recuperación de un país que tiene que pasar de ser el emisor de emigrantes al receptor de inmigrantes. Si Libia es el país que más recursos naturales tiene, el de mayores posibilidades en el desarrollo agrícola, turístico o pesquero, por qué no se les dirige hasta entregar en unos años una especie de proyecto llave en mano de país ordenado, capaz de auto gestionarse de servir de ejemplo a su entorno.

Y sí, suena a neocolonización, pero mejor ocupar y proteger de manera ordenada, con un objetivo de suelta final cuando su nuevo estado madure y sea mayor de edad, que seguir padeciendo las consecuencias de un desastre tan descomunal como el que hemos generado.

Libia hay que conocerlo, yo lo conozco. He estado sobre el terreno en varias ocasiones y posiblemente lo que mas nos asuste sea que si se despierta a un gigante como éste pueda quitarnos cuota de mercado turístico, agrícola o pesquero, pero puede que sea el momento de empezar a practicar con el ejemplo en todo ese rollito solidario que nos encanta soltar pero nunca aplicar.

Desde 1911 hasta la segunda guerra mundial Libia fue un colonia italiana, país que ahora padece la mayor parte del éxodo provocado por las guerras intestinas alimentadas desde occidente. Aquellos años fueron de ocupación sí, pero también de un desarrollo económico sin igual en su historia. Pues eso, que en vez de mirar hacia otro lado cada vez que se rescata a unos miles o mueren unos cientos, puede ser el momento de mirar hacia atrás, tomar lo bueno, aprender de los errores cometidos y darle una segunda oportunidad a esa otra parte de europa que está en la orilla su del Mediterráneo. Y sí, es cierto, ocupar países es tan ilegal, tanto como lo fue la ocupación de Crimea por parte de Rusia y no veo que el presidente Putin suelte una sola lágrima ante la comunidad internacional por lo hecho. Es mas, se le tiene como invitado de especial relevancia en ese G20 en cuya foto de familia todos se dan de tortas por salir.

Controlar la inmigración