jueves. 25.04.2024

Belisario Santurrón

Juan Antonio Palacios Escobar

Belisario había sido un beato toda su vida. De familia conservadora, de derechas de aquellas como Dios manda.  Él era actualmente un dirigente del PP, de esos que a la entrada de su casa tenían una benditera, esa pequeña pila de agua bendita en la que introducía cada vez que entraba o salía de su mansión los dedos para santiguarse, y colocarse a salvo de las posibles maniobras del diablo.

Santurrón no era solidario ni generoso, pero se mostraba caritativo. De tal manera que llegada estas fechas cercanas a la Navidad convertía la sede de su partido en una especie de caritas parroquial en las que recogían comidas, ropas y todo tipo de objetos que les pudieran ser útiles a los pobres en un gesto de fíjate lo bueno que soy que puedes aprovechar las migajas que se caen de mi mesa para que tú  pobre, en mi magnanimidad la aproveches.

Mientras que a la familia de nuestro protagonista, gracias a  las comilonas que se propinaban, los botones de las camisas, rebecas  y chaquetas no les cerraban y cada día eran más impresionantes los botines que acumulaban como consecuencias de sus manejos y estafas que colocaban en paraísos fiscales .Menos mal que después tenía la suerte que con  tal de que confesara sus pecados, estos les eran perdonados. Era la ventaja de ser católico, apostólico, aunque no fuera romano sino de un pueblo de  la Castilla profunda.

Entre deslavazado y disperso, casi siempre hacía un hueco y aprendía algo que no sabía, que en elecciones, aquellos que quieren ganar para gobernar buscan el voto de quien se tercie pero quieren el centro y que después de tanto tiempo buscando, estaba conociendo y reconociendo.

Había una cierta parte de él, que seguía peleado consigo mismo, pero no terminaba de conseguirlo y la sinceridad no era un lujo a su alcance y jamás te decía las cosas de frente,  sino como queriendo huir de la mirada de los otros aunque presumía  de que le querían  y sus fieles estaban  dispuestos a cualquier sacrificio y acto que evidenciara su santidad.

        BS, con iniciales entre refresco y aceite para coches, era en el fondo de su corazón, bajo su apariencia de hombre bondadoso y feliz, una persona muy amargada con mucho resentimiento que jamás soportaba que alguien pudiera ser mejor en algo o tener lo que él no poseía, con lo que  intentaba compensarlo fabricándose una realdad ficticia e inventándose cuento de todos los colores

Era muy común en su actitud  una característica de su personalidad de  meapilas e hipócrita, que cuando estaba  contigo te  llenaba de halagos y en cuanto te dabas  la vuelta te cubría  de infundios  y envenenaba  a los demás sobre lo malvado que era, intentando hacerle daño y echando fuera todo el rencor acumulado.

De misa y comunión diaria, de golpes de pecho por sus culpas, jamás, sin embargo, era capaz de reconocer públicamente que se había equivocado o que el error era suyo  y entre lo que decía  y predicaba y lo que hacía y practicaba no hay una brecha sino un abismo.

Su vida era una gran farsa, y a pesar de algunos intentos, no podía cambiar: se había acostumbrado a ser infeliz y desgraciado,  a ser incapaz de amar de verdad,  a pasarse la existencia con el obsesivo objetivo de dañar a todo el que se le pusiera por delante.

No defendía  a nadie, sino que en su egoísmo solo se preocupaba de sus propios intereses, aunque a decir verdad, era poco efectivo en obtener el reconocimiento de los demás y al final solo encontraba desprecio y rechazo.

Belisario Santurrón
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