Juan Antonio Palacios Escobar
En invierno y en verano, desde el desayuno a la cena lo que más le gustaba a Atilano era llamar la atención. Romper con todos convencionalismos, ser el objeto subastado y el subastador, estar en venta y comprar, el más admirado y el mejor pagado.
Estrellado y embargado, recargado y reforzado, nuestro personaje acertaba en la diana en sus lanzamientos y daba en el blanco en sus pensamientos, y su lucha y perseverancia permanente le habían enseñado a adquirir la madurez necesaria para afrontar todo tipo de situaciones.
Había descubierto que con organización era más fácil sacar partido al tiempo y al espacio. Trataba de ser amable y afrontar la realidad, calmado, recuperado y alejado de presiones y agobios, aceptando los hechos tal y como sucedían.
Cuando hacía honor a su apellido de Provocador, su humor se resentía y se mostraba bastante contrariado porque las cosas no salían como el esperaba. Entre bálsamos y cataplasmas, obligaciones y devociones, se perdía con frecuencia en laberintos mentales que le torturaban psicológicamente.
Necesitaba un empujón para resolver sus problemas. Ver orden entre el caos que existía a su alrededor, modernizar sus ideas, abrir ventanas y balcones a su entorno para aprovechar todas las oportunidades que se le ofrecieran.
Atilano estaba abrumado por la cantidad de voces que se levantaban a su alrededor para apoyarle o cuestionarle, lo que no resultaba una anécdota y era lo esencial es que estuvieran vivas, con su propio ser y parecer. Sabía que debía encontrar su propio punto de equilibrio, ya que ni permanecer inmóvil y sumiso, ni ser un cascarrabias y protestar por todo, le favorecían más mínimo.
Hastiado y cansado, le habían engañado y hecho todo tipo de trampas, aunque también se había dado cuenta que aquel reencuentro con la persona querida, le habían demostrado que los afectos profundos no cambian con el tiempo y que aunque había estado a punto de tocar fondo, se sentía mejor y se divertía más.
No estaba de humor y AP prefería estar solo, aunque aquella semana había sido muy buena para sus propósitos, se sentía bastante animado y necesitaba estar en contacto con la naturaleza, donde explosionaba su lado más romántico con la máxima intensidad.
Resultaba inútil mantener la tensión, desde la crueldad y la frivolidad, agobiándose por lo que ocurrió y no sabe si volverá a suceder, aunque su manera rígida de contemplar la realidad no le beneficiaba en absoluto. Debía actuar con cautela y sin aspavientos.
Lo que no estaba dispuesto a soportar ni un día más nuestro Atilano Provocador era esa incertidumbre en la que nos tiene instalados este gobierno del PP, sobre qué es lo que pasará mañana, y aquello que considerábamos que era un derecho lo vemos como desaparece por arte de magia.
Ciertas vinculaciones y dependencias afectivas, habían provocado que aquellos celos se convirtieran en una verdadera obsesión, que ni estábamos asistiendo a un cambio de ciclo ni la realidad iba ser mejor por mucho que quisiéramos maquillarla y disfrazarla.
Aunque en ocasiones se comportaba como un malaje y un aguafiestas, aquella novedad le hacía sentirse muy ilusionado y dentro de su seriedad y meticulosidad, necesitaba saborearlo todo, sin cortapisas ni frustraciones inútiles.