viernes. 29.03.2024

Arquéstrato Cocinillas

Juan Antonio Palacios Escobar

Arquéstrato había desarrollado todo tipo de actividades a lo largo y ancho de sus andares por esos mundos de dios y el diablo. El que había sido de todo y en todas partes había dejado su buen hacer, tenía el mérito de haber sido el avanzado en regalarnos las primeras recetas de cocina en el siglo III antes de Cristo.

Siempre había soñado en ser buen cocinero. Cautivaba a propios y extraños con sus ensaladas, guisos, sopas, caldos purés , potajes , asados, salsas empanados, cocidos, rehogados, escabechados, rebozados, guarniciones, rellenos , picadillos , sofritos , trinchados y postres  entre otros muchos.

A pesar de que nunca se había podido dedicar a las sartenes, los fogones, las ensaladeras, las planchas y las cazuelas, siempre había tenido una inclinación a dar de comer bien a los demás. No sabemos si era una vocación o una obsesión.

Cierto es que Cocinillas era mimoso en cuidar aquel para quien realizaba su pequeña o gran obra de arte, de tal manera que su mayor deleite era ver disfrutar al comensal de turno y en eso no solo era inflexible sino que presentaba una organización y puntualidad  impropia de sus otras actividades.

En sus otras facetas de la vida había intentado innovar, pero en la cocina era un maestro en mezclar sabores de manera inesperada. Había aprendido desde muy joven y diría que de manera intuitiva a conocer los alimentos, siempre había dado una gran importancia a la materia prima y a la técnica y la manera de combinarlos y aderezarlos.  

Procuraba siempre indagar y curiosear, preguntar a los mayores y a los innovadores lo que hacían y aunque no le gustaba plagiar si aprovechaba la base de cualquier receta para intentar mejorarla o darle su toque personal.  Por encima de cualquier otra circunstancia era un maniático de la limpieza y no hacia una maniobra que no limpiara menaje, encimera y vajilla.

Después de tantos años el y su mujer Macrina habían descubierto que había nacido para la cocina. , y no solo tenía ingenio y habilidades sino una pasión fuera de lo común. Sabía que estar cerca de las cocinas de leña, que es donde más le gustaba realizar sus artificios exigía más sacrificios que satisfacciones.

Nuestro Arquéstrato, que menudo nombrecito, era una persona humilde y procuraba no caer en triunfalismos que alimentaran su ego. Procuraba disfrutar de todo lo que hacía desde las lentejas más sencillas y caseras  al plato más sofisticado de deconstrucción.

Podía pasarse horas y horas en la cocina, pero por una razón muy simple, le gustaba lo que hacía y era un hombre tremendamente disciplinado y manejaba las diferentes herramientas y utensilios de cocina con maestría. A pesar de eso, todos los días tenía una actitud de estar aprendiendo.

Un día Arquéstrato aterrizó en nuestra casa dispuesto a preparar uno de sus arroces y me encontré con una de las personas más sencillas y humildes que había conocido, alguien educado y amable, dispuesto a agradar y a dejarse ayudar por todos aquellos que le rodeábamos.

Finalmente y tras su reposo correspondiente pudimos meter la cuchara en aquel arroz mixto entre meloso y caldoso, y aunque todos nos propinábamos en halagos y piropos hacia lo exquisito que estaba, él se empeñaba en hacernos ver que quizás podía haber salido mejor  o peor, lo importante había sido que todos habíamos encontrado un resquicio para la diversión y el deleite.

Arquéstrato Cocinillas
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