sábado. 20.04.2024

Aroa Atrevida

Juan Antonio Palacios Escobar

Entre la horterada y la vulgaridad, Aroa siempre había sido doctora de la vulgaridad y el atrevimiento. Sin ser capaz de dejar un tiempo a las reflexiones, humores y humanidades, ni disfrutaba las fortunas ni superaba adversidades, porque era igual que si no estuviera en el mundo, entre ausencias y cerrazones no había lugar para experimentaciones.


Atrevida no tenía idea de nada pero sobre todo de lo que se traía entre manos y era su responsabilidad, y como era tan mandona era incapaz de mantenerse prudentemente al margen y evitar todo conflicto y discusión. A veces se sentía desilusionada cuando no veía los resultados apetecidos, ignorando que no podemos dejar de regar el jardín, si queremos que éste dé sus flores.


Curiosamente no sabía templar las aguas cuando estas bajaban revueltas, aunque tuviera los elementos para calmar la situación y superar las complicaciones para conseguir su objetivo. Jamás se quedaba con nada de lo que tenía delante de los ojos y buscaba complicaciones en aquello que no veía.


En sus actuaciones se paraba en rectificaciones insustanciales y se le pasaban por alto las modificaciones importantes y esenciales, y con frecuencia se quedaba sin respuestas y sin palabras. Aroa parecía amable, siempre que no se le prestara demasiada atención, desenfadada aunque en el fondo y en las formas se mostraba rígida e intolerante y la ausencia de elegancia era una de sus principales características.


AA había aprendido que en este mundo mediático en el que nos movemos el 10% de las cosas que van mal, concentran el 90% de la atención, pero que había que mirar adelante sin miedo y reafirmarse en aquello que creía y en lo que quería hacer.


Al final y al principio, se pone de manifiesto, que el tesón y el esfuerzo traen recompensas, que nos hacen, como lo ocurrió a Aroa, sentirnos mejor para actuar y obtener aquello que creemos que merecemos. En una especie de triple salto mortal sentía una continua necesidad de desafiarse a sí misma.


No había acabado de encontrar la diferencia entre depender de alguien y valorar a los demás y sus aportaciones, aunque sí había sentido que cuando eres optimista la gente quiere estar cerca de ti y disfrutar de todo con buen humor.


Nuestra amiga era consciente que de nada servían las buenas palabras y que había que hacer propuestas y dar soluciones a los problemas, sino terminábamos detrás de una pancarta, montando numeritos para llamar la atención y lucir banderas sin ninguna finalidad práctica.


Le costaba mucho llegar a pactos para conseguir sus fines y se sentía incomoda por su estúpida necesidad de tener que discutirlo todo y en todo momento., como quienes se creen dioses o tontos de capirote. Tal vez porque en demasiadas ocasiones no nos importa la verdad sino las emociones que se puedan crear.


Quizás algún día y en algún espacio, entre éxitos y fracasos, encontraría la palabra adecuada, mientras entre ideas extraviadas y vocablos perdidos esperaba descubrir la solución a sus desvaríos. Había aprendido desde el presente que aquello con lo que se había ilusionado y había hecho mil y una conjeturas ya estaba aquí y aquello que no podía imaginar era lo inesperado que quizás podía sucederle en unos minutos.


En sus reflexiones estaba llena de contradicciones, y cuanto más se empeñaba en encontrar la profundidad de las cosas más se perdía en superficialidades.

Aroa Atrevida
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