sábado. 20.04.2024

Javier A. Salvador, teleprensa.com

Originariamente en el lema de Andalucía se podía leer “para sí”, pero tenía un matiz algo egoísta y lo cambiaron,  incluso en algunas versiones ni aparece para España, sino para Iberia. De cualquier modo el lema oficial de esta tierra desde la que les escribo es Andalucía por sí, para España y la Humanidad, y dos terceras partes las hemos cumplido a rajatabla, la de para España y la Humanidad, mientras que hemos trabajado muy poco el que debía ser nuestro primer mandamiento, es decir, el por sí.

Un profesor de historia y muy rojo me decía cuando el que suscribe era muy joven, que a Andalucía, por su tamaño, nunca interesó industrializarla. Me contaba historias de agravios hacia una tierra en la que lo crean o no, uno de sus principales hechos diferenciadores no es la siesta, que también está entre lo muy nuestro, sino una generosidad despreocupada que siempre nos sale cara. Esa manía que tenemos de abrirle la puerta a todo el mundo, de creer que todos vienen de cara y de buen rollo. Y no, no se trata de que seamos inocentes, no. Se trata de que ser andaluz implica tener en tu ADN el eslabón de las oportunidades a terceros situado unos puestos antes que el del recelo y la desconfianza hacia lo desconocido.

En esta tierra se le brinda a todo el mundo la oportunidad de entrar para quedarse, pero el problema es que intentamos que los huéspedes se sientan cómodos con nosotros, que no en pocas ocasiones los muy cabrones casi nos echan de nuestras propias casas.

Los andaluces somos, por qué no decirlo en plata, buena gente por definición. Gentes con más capacidad de tragaderas que el resto porque históricamente ha sido una comunidad en la que no ha quedado otro remedio de agachar la cabeza y morder polvo. Pero gracias a la llegada de las autonomías eso empezó a cambiar. No obstante, el tamaño sí que importa y esto es tan grande que cuando se habla de inversión todo se multiplica por diez y eso, en muchos casos, nos hace quedarnos sin nada.

Verán, yo vivo en la provincia de Almería, que por sí sola ya es 1540 kilómetros cuadrados más grande que toda Euskadi en su conjunto, pero obviamente buscar un paralelismo en industria, infraestructuras o inversión pública por kilómetro cuadrado entre uno y otro territorio no tiene sentido alguno. 

Pero sí que hay algo que se puede comparar con ellos, con lo catalanes, gallegos, baleares, asturianos o valencianos. Profesen la ideología que profesen, sí que es cierto que han tenido un mayor ímpetu en la defensa de su particular “por sí”. Y dudo mucho que cualquiera de ellos hubiese cambiado  el “para sí” del lema patrio para evitar molestar a terceros.

Y no, no se trata de que nos falte identidad como andaluces, porque nos desborda nuestra historia, desde la mitológica puerta de Hércules que lucimos como escudo hasta el hecho de que casi todo el país que hoy conocemos como España un día se llamó Al Andalus. 

Y sí, nos reconocemos diferentes, sobre todo culturalmente, y el hecho de no tener un idioma distinto, aunque algunas veces no sea imposible entendernos, no nos hace menos nación.

Pero hay algo que nos falta, falla o no hemos trabajado adecuadamente.

No amamos nuestros símbolos, nuestra bandera, nuestro himno. No nos ponen la piel de gallina, no nos emociona lo suficiente. No. No hemos trabajado esos puntos de soldadura que nos unen a un ideal que todos compartimos, el de Andalucía.

No hemos trabajo el “por sí” adecuadamente, y en ocasiones nos suena tan a tercera persona que puede que nos aleje de ello, cuando ese aquello somos nosotros, el suelo que pisamos, el aire que respiramos o la vida que vivimos porque todo eso, en su conjunto, es ni más ni menos que Andalucía por sí, por España y para la Humanidad.

 

الأندلس

Andalucía por sí
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