martes. 23.04.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

La comunicación es en muchas ocasiones como las matemáticas, siempre encontrarás un camino para hallar la solución, por ello en muchas ocasiones los despachos de abogados más puestos en esto de la nueva justicia, esa en la que influye mucho más que antes la presión social, tiran de analistas y especialistas en comunicación para construir defensas o lineas de ataque con argumentos que puedan ser no sólo creíbles, sino virales. Por ejemplo, miremos de cerca el Caso Gürtel. Para frenar la sangría de los populares era necesario no sólo llegar a un acuerdo con Luis Bárcenas, al que obviamente se ha llegado porque pasar de dispararse desde las trincheras entre Bárcenas y María Dolores de Cospedal, a ni preguntar en la comisión que investiga la financiación del PP, -aunque fuese para hacer un poco de teatro o abrir la puerta hacia una duda razonables-, huele a pacto.

Pero no basta con acordar la no agresión y seguro que una muy jugosa salida. También se necesita un malo sobre el que descargar todo, ese socio insolvente al que las sociedades con dinero le pasan todas las deudas para que le caiga todo el marrón porque, sencillamente, no le pasará nada.

Y ese es el papel que juega el ex tesorero del PP Álvaro Lapuerta en todo este embrollo, pero ojo que no es cualquier persona y, sobre todo, no creo que a la totalidad de sus diez hijos les de igual que su padre pase a la historia de este país con el presunto gran chorizo que pilló mordidas de todos.

Pero veamos de quién hablamos. Lapuerta es nada más y nada menos que excelentísimo señor, poseedor de la Gran Cruz del Mérito Civil y la de San Raimundo de Peñafort, vamos que una la da el Ministerio de Asuntos Exteriores y la otra el de Justicia. Fue fundador Campsa y primer presidente de lo que hoy es Repsol. Y cómo llegó ahí, pues muy sencillo, fue uno de los hombres del régimen de Franco en sus últimos años. Diputado, aunque entonces se llamaba procurador y elegido a dedo por el movimiento y no por los ciudadanos. Lapuerta, y aquí entra una variable importante fue, por decirlo de alguna manera suave, el descubridor y acelerador de José María Aznar desde el periódico La Rioja, que era de su propiedad.

A Álvaro Lapuerta, por mucho que le pongan el don o el excelentísimo señor por delante le van a emponzoñar su perfil no sólo en wipedia, sino en esa alta sociedad que sustituyó a la nobleza y que ocupó la clase política de cargo vitalicio. Y puede que sus hijos, los diez, estén dispuestos a que se les mire como los herederos del presunto mangante, pero supongo que hasta el mismísimo José María Aznar se estará revolviendo en su tumba política al ver cómo cargan contra sus pilares para que todo quede ahí, en su época, en su formas y en la mismísima boda de su hija ¿Imaginan qué hubiese sido de este país y la historia de la corrupción sin esas nupcias? Para empezar no habríamos tenido foto de casi ninguno de los que hoy se sientan en el banquillo de la Gürtel.

La juzgada en el ámbito de la comunicación no es mala, ni mucho menos, sobre todo es válida para el voto fiel del PP, ese que votaría al partido aunque fotografiasen al mismísimo Rajoy ingresando dinero en un banco suizo. Pero claro, esto son matemáticas y puede que funcione sobre el papel, pero hay una variable difícil de encajar y es que, en este país, ya no paga sólo el acusado, sino que las redes juzgarán a toda su prole por vivir, presuntamente, de las mordidas que dio su padre en vida. Y digo dio, porque parece que ya lo han matado.

Álvaro Lapuerta, el nuevo malo del PP
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