sábado. 20.04.2024

Javier Salvador, @jsalvadortp

 Hace mucho tiempo que no compartía una decisión del Ayuntamiento de Almería, básicamente porque creo que en la mayor parte de las ocasiones empiezan la casa por el tejado y toman medidas que tienden más al postureo rentable de una nota de prensa que a los ataques reales sobre las raíces de los problemas, y valga como ejemplo la ordenanza de basuras que limita de 21:00 a 23:00 el periodo para ir a los contenedores. ¿Arregla algo? Por esa regla de tres no entiendo que tengamos que tenerlos en la calle, oliendo y a la vista de todos el resto del día. Pero esa es otra guerra.

Lo que me ha gustado es que, por una vez, se toma una determinación seria con el problema, y sí digo problema, de los chiringuitos de playa en Almería capital. "Para lo que hay, mejor no tener nada" creo haber escuchado de un portavoz municipal, y estoy plenamente conforme, aunque difiero de las formas adoptadas para afrontar la crisis. 

Los chiringuitos están denunciados todos y desde hace meses. Son ilegales, pero se les da este verano de gracia o perdón, otro más de unos cuantos que ya arrastran, para que decidan si se ajustan al modelo establecido y que nunca adoptaron o sencillamente los pasan por la pala retro excavadora. Y claro, ya puestos a ser tan exigentes, les está faltando tiempo en el Ayuntamiento para tomar la misma medida con casi todos los quioscos que hay en las diferentes plazas y parques de la ciudad, porque hay muy pocos que cumplen esa norma referente a que sus establecimientos deben tener veinticinco metros cuadrados, ni uno mas, porque si quieres un restaurante de trescientos metros en un lugar preferente, sencillamente tienes que competir en las mismas condiciones que el resto de los hosteleros, y no aprovecharte de la inoperancia municipal.

Pero la crisis de las barracas de playa traerá cierta cola. Repito, son ilegales y están denunciados todos por el Ayuntamiento de Almería, porque no consigue hacerles entrar por el aro del modelo único y reglado.

La base de este conflicto es histórica. Un chiringuito no puede tener, creo recordar, más de cincuenta metros cuadrados y debe desaparecer al final de temporada. La idiosincrasia particular de este modelo de negocio en algunos lugares de la costa de Andalucía en los que permanecen abiertos casi todo el año, que no es el caso de Almería, provocó cierta relajación. Pero de ahí a que cada año amplíen un cachito más de otros cincuenta metros de terraza es sencillamente inaceptable y, por encima de todo, desleal frente a los bares y establecimientos de las zonas de playa que si están abiertos todo el año, y dicho sea de paso soportan el invierno y normativas municipales que nada tienen que ver con el buen rollito demostrado por miedosos y vagos ayuntamientos durante décadas. En Almería capital hay, por ejemplo, chiringuitos que jamás han tenido licencia. Dicho de otra forma, más ilegales que las mordidas de los líderes del PP de Madrid encarcelados por corrupción.

¿Quiere decir esto que no me gustan los espejos en la playa? Nada de eso, pero también me gusta que la playa no sea invadida salvajemente. Me gusta que sean establecimientos que contribuyan al entorno, a su belleza y ordenación, y no me agrada demasiado que sean el auténtico cachondeo padre. Ayer escuché, en la Ser, al portavoz de los chiringuiteros de Almería mientras se quejaba, y me parece bien que lo haga, aunque creo que disparó en la dirección equivocada.

Para iniciar una guerra tienen que tener claro que antes empezar deberán poner encima de la mesa sus licencias, los metros que pueden tener, lo que han pagado en los últimos cinco años en concepto de ocupación y luego, cuando todos sepamos la verdad de lo que hay, entonces es posible que alguien se ponga de su parte y recojan firmas para defenderlos, pero antes no.

Y si creen que con un par de movilizaciones lo arreglarán, que pregunten a sus colegas de profesión de levante lo que les va a ocurrir a los chiringuitos de Mojácar, que aún teniendo cierto reconocimiento nacional les van a meter una tijera histórica, y también una alcaldesa del PP. Pero no se preocupen, que al final dirán que la culpa es de la Junta de Andalucía o de una ley aprobada en tiempos de Felipe González. Si fallar no fallan.

Y un apunte mas. Abierta la caja de Pandora ya no se puede volver a cerrar, porque si un concejal reconoce públicamente que algo es ilegal, da unos plazos y no lo termina por arreglar, empieza una etapa no se llama de olvido compasivo, sino de posible prevaricación.

Adiós chiringuitos, adiós
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