jueves. 25.04.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

Todos tenemos claro que algo había que hacer para frenar la violación de todas esas leyes que están pisoteando los mismos cargos públicos catalanes que no hace mucho juraron o prometieron hacer cumplir, pero ¿es el camino adecuado mandar a la Guardia Civil a Las Ramblas? Sea cual sea la respuesta, esa acción nos ha lanzado a la cara dos españas que difícilmente llegarán a un acuerdo por este camino. Para algunos habrá sido uno de los días más felices de su vida al ver esos impolutos uniformes verde oscuro entrando en las sedes del gobierno catalán, deteniendo a troche y moche todo lo que estaba a su alcance. Ahí está la demostración auténtica de los cojones castizos y españoles.

Por el contrario hay otros que se han llevado las manos a la cabeza, porque si las cosas se pueden hacer torpemente ésta ha sido una de las demostraciones de libro, hasta el punto de que casi ha parecido más una operación destinada a que el PP se reafirme ante su electorado en el resto de España, demostrando mano dura en el corazón del independentismo catalán, que una cuestión de orden constitucional. Pero claro, es la decisión de un juez.

Y aunque luego me gustaría hablar de soluciones, lo primero que quiero es que entre todos evaluemos si judicial o policialmente no hubiese tenido el mismo efecto que agentes de paisano se presentasen en las dependencias señaladas, apoyadas por los Mossos d’Esquadra. Pero claro, para eso hay que evaluar el momento y tener la sensibilidad suficiente de no querer echar leña al fuego. Hay 14 detenidos que ya veremos el tiempo que permanecen privados de libertad, pero que desde luego para millones de catalanes son desde hoy los nuevos héroes que les ha regalado el torpe gobierno de Mariano Rajoy.

Y vamos a las soluciones. Todos tenemos claro que el modelo tejido en la Constitución de 1978 no se sostiene, pero tardamos años en empezar a hablar de su posible actualización salvo que sea para darle rango de ley a la devolución de deuda o para que la hija de un rey pueda heredar un título que antes sólo podía pasar a los varones. ¿Imaginan lo divertido que hubiese sido tener a Marichalar de rey de España? Porque vamos, si este cambio se hubiese hecho antes de la abdicación de Juan Carlos I lo habríamos flipado.

Pero vamos a lo serio, es decir, la España que se rompe. Creo que todos tenemos claro que éste no es un problema que empieza hace una semana, sino desde el mismo momento en el que el PP bloquea con su denuncia ante el Constitucional el estatuto catalán, por lo tanto, hace años que de haber existido la más mínima intención de encontrar un arreglo se podría haber empezado a poner las vías por las que circulase ese tren hacia un futuro mejor, pero bueno en mi tierra, Almería, somos expertos en vías de tren que no funcionan ni avanzan desde que don Mariano llegó al gobierno.

La oposición tampoco puede mirar hacia otro lado, porque el machaque sobre un posible cambio de modelo, federalista por ejemplo, o cualquiera en el que todos nos sintamos mas cómodos tendría que haber sido prioritario y no, nunca lo fue. 

La realidad de este país no es que Cataluña está a punto de una ruptura total con España, sino que media España está pendiente de la tele para ver si la Guardia Civil se ha liado ya a hostias con los independentistas mientras la otra mitad reza para que las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado sean lo bastante inteligentes para no hacer de chivo expiatorio para un gobierno que, sencillamente, nunca estará legitimado para hablarle a nadie de legalidad mientras la sombra de la corrupción afecte hasta a los pilares de su propia sede.

Alguien dijo una vez que una democracia es un campo de batalla donde la ambición de pocos jefes se disputa a palmos la facultad de subyugar al pueblo, a costa de la inquietud a veces y a veces de la sangre y miseria del mismo pueblo, y tanto el gobierno de Rajoy como el de Puigdemont están jugando al mismo juego.

A hostias no se une España
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